Por Carlos Ialorenzi y Myriam Mitrece (*)
"La transformación no para"
es el eslogan de
turno. El Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, gasta grandes
sumas de dinero, publicitándose como un gran hacedor. Todo parece estar
dirigido a posicionarse como futuro candidato a Presidente en el 2023. Sin embargo, la que vemos que no para es la
destrucción de los valores, la honradez y el sentido común.
El
Sr. Rodríguez Larreta, "Horacio",
como su aparato comunicacional lo presenta, junto al Sr. que ocupa el sillón de
Rivadavia, "Alberto", tienen varias
cosas en común: años percibiendo sueldos públicos, haber formado parte del
tribunal televisivo que cada 15 o 20 días nos encerró durante el 2020 y
gobiernos que gastan millones de pesos adhiriendo a la ideología de género y al
aborto.
El Censo
Los censos son útiles y necesarios para establecer
políticas públicas realistas. Nada como un buen diagnóstico de la realidad para
obrar a paso seguro. El problema es que en un gobierno que resulta poco -o
nada- creíble, un simple censo provocó rumores, sospechas y temores sobre
posibles maniobras y manipulación de los datos, muchas de ellas sin asidero,
otras, bastante lógicas.
A las preguntas del Censo nacional de
población que se realizó la semana pasada, casi idénticas a las del censo de
2010, se sumaron dos ítems referidos a la autopercepción sexual y étnica.
Los datos
Los primeros resultados arrojados indican que el 99,88%
de la población Argentina, se reconoce como hombre o mujer, y que tan solo el
0,12% no se percibe así. Más
allá de ser datos preliminares, queda perfectamente claro que la inmensa mayoría del país no
está representada o involucrada dentro de las "diversidades de
género", que nos están presentando "hasta en la sopa" nuestros
gobernantes y por lo cual se gastan grandiosas cifras.
Al fin de
cuentas, discriminación
La denominada discriminación positiva que fundamenta las
políticas de género, se conforma con prácticas y políticas públicas que tratan
de aumentar la representación de los grupos minoritarios con el objeto de
ejercer una función empoderadora de los grupos que se consideran vulnerados.
Paradójicamente, otorgar ventajas y privilegios a tales sectores termina
generando desigualdades ante la ley, sobre todo cuando las razones son de
índole ideológica, más que centradas en necesidades reales.
Sería suficiente con reconocer que los
seres humanos normalmente, nacemos hombres o mujeres y que todas las personas
deben ser respetadas más allá de cómo se perciban o lo que hagan en su vida
íntima. Todos somos personas, tenemos dignidad intrínseca y
deberíamos tener igualdad ante la ley.
Ahora bien, no se puede tapar el sol con una mano, y
fomentar desde el poder constantemente un lenguaje deformado que pretende ser
inclusivo, excluyendo a la mayoría que hemos aprendido y hablamos el español o,
como hemos visto en los edificios públicos, arriar
la bandera Argentina y poner el símbolo del colectivo LGTBQ+ como hace el
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el nacional y algunos gobiernos
provinciales.
Vemos todos los días como la ideología de género está
siendo inculcada forzadamente en la educación pública y en la cultura.
Somos muchas las personas que nos
oponemos a esta perspectiva ideológica y sus políticas concomitantes, pero
cualquiera que se manifieste en contra de ellas corre el riesgo de ser
sancionado por el Inadi y los tribunales o criticado por los medios. Esto
se está convirtiendo en la práctica en una dictadura de género, llevada a cabo
por los poderes político y mediático. Y
la intolerancia es cada vez más coercitiva.
Más de
60.000 desaparecidos
En un territorio con 2.780.400 kilómetros cuadrados, las
47.327.407 personas que arrojó el censo, indican que la densidad de población
sería de 17 personas por kilómetro cuadrado. Qué estamos mal repartidos, no hay
duda, pero que nuestro país necesita habitantes es una verdad a gritos. Desde
el punto de vista geopolítico nuestro inmenso territorio está peligrosamente
despoblado.
Desde la legalización del aborto en diciembre de 2020, en el sistema
público -contradictoriamente denominado de salud- se han practicado más de
60.000 abortos.
Con una tasa de fecundidad menor a la que exige el
recambio poblacional, a los 60.000 futuros habitantes, Argentina, les ha negado
la posibilidad de poblarla. En las estadísticas no figurarán entre los nacidos
ni entre los muertos.
Más
ideología, menos realismo
Con una visión no ideologizada de la realidad, queda a
las claras que -si hablamos de prioridades- este censo
poblacional está mostrando que las políticas públicas gubernamentales en lugar
de usar cuantiosos recursos económicos y humanos en promover políticas de
género y programas de salud "no reproductiva", debería utilizarlos en
dar condiciones que favorezcan la natalidad y promuevan la formación de
familias.
Lógicamente,
eso sería con una visión realista y no ideologizada...
(*) Carlos Ialorenzi y Myriam Mitrece son editores de BuenaData.com y
redactores del Diario La Prensa
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