Muchas veces nos encontramos con grandes frases de predicadores que, a primera vista, resultan buenas. Pero luego, a la luz de las Escrituras, carecen de total sentido bíblico.
Por otra parte, podemos encontrarnos en las
redes sociales con otros enunciados de filósofos, artistas, periodistas,
librepensadores y hasta deportistas que nos sorprenden por sus contenidos
altamente espirituales, y enseguida somos tentados a “investigar” si es que ese
fulano que dijo tal cosa no anduvo poniendo sus pies en alguna iglesia cristiana.
Es probable que sí, como lo es también que
no, y que sólo se trate de buenas personas, que tienen valores cristianos sin
darse cuenta y lo declaran sin tanto prejuicio como los que tenemos nosotros a
la hora de expresar nuestra fe.
En medio de esa tentación antes mencionada,
me propuse hacer un paralelismo bíblico con uno de los discursos de quien fuera
Director Técnico de la Selección Argentina de Fútbol entre 1998 y 2004: Marcelo Bielsa.
Las
pruebas y las victorias
Es sabida esa extraña verborragia de Bielsa, que con un hablar pausado es
capaz de meter cien conceptos por minuto. El reconocido entrenador, allá por
principios de los 2000, dio una charla en un colegio rosarino y dejó varios tips
más que interesantes a un grupo de alumnos de esa secundaria. Vivimos en
tiempos donde los valores han pasado a un segundo plano para ceder protagonismo
al denominado “éxito”, según los parámetros impuestos por la fama, el dinero,
el poder, el status social, etc.
Y allí aparece Bielsa con un primer concepto tajante: "No permitan que el fracaso les deteriore la autoestima. Cuando ganás, el mensaje de admiración es tan confuso, te estimula tanto el amor hacia uno mismo y eso deforma tanto. Y cuando perdés sucede todo lo contrario, hay una tendencia morbosa a desprestigiarte, a ofenderte, sólo porque perdiste. En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados, eso sí es lo importante; lo importante es el tránsito, la dignidad con que recorrí el camino en la búsqueda del objetivo. Lo otro es puro cuento para vendernos una realidad que no es tal."
Es notable que en un ámbito como el
cristiano, caracterizado en la antigüedad por personas que han sufrido, han
perdido batallas y hasta han dado sus vidas por defender su fe, escuchamos a
reconocidos teólogos que se la pasan hablando del éxito al punto tal que hacen
sentir mal a aquellos cristianos que no la están pasando bien, o que se
encuentran atravesando alguna prueba. De donde tendría que salir una palabra de
empatía, aparece un discurso con palabras suavizadas, pero que terminan
destruyéndolo a uno. Y por el otro lado, aparece un hombre con aspecto de
campesino, con su pantalón por sobre el ombligo y gesto adusto, diciéndole a unos
adolescentes que no se enorgullezcan por un triunfo, que no se amen a sí mismos
más de lo debido, que no se atormenten por alguna derrota transitoria. Que eso
no es el todo. Que la gente se acercará cuando triunfen, pero que eso no es lo
importante, sino el recorrido honesto hacia el objetivo planteado.
Recuerdo las palabras de Jesús a sus
discípulos, antes de partir, diciéndoles: “en
el mundo tendrán aflicciones, pero no tengan miedo porque yo he vencido al
mundo”. Y qué hablar del autor de Eclesiastés cuando dijo que “todo tiene su tiempo… tiempo de buscar,
tiempo de perder…”. Y podría ir más allá recopilando versículos que hablan
sobre los “amadores de sí mismos”.
El
amor al dinero y la idolatría sobre las personas
El dinero no es malo ni bueno en sí mismo. Es
un medio para conseguir cosas materiales. Nada más. Pero vemos a cientos de
predicadores hacer tanto énfasis en las riquezas materiales y en cómo
conseguirlas, que pareciese que ese es el sentido de la vida.
Siguiendo con el discurso de Bielsa, se refiere a este aspecto de la siguiente manera: “Estoy absolutamente convencido de que la fama y el dinero son valores intrascendentes. Pasa que, claro, nos los describen con un peso tan significativo que parecería imposible resistirse a valorarlos. Creo que el espíritu amateur, el amor hacia la tarea, es lo único que vuelve satisfactorio el tránsito por el trabajo; cuando observo de qué manera son descriptos hacia el público las celebridades, los ídolos, lamento muchísimo que se jerarquicen esos tipos de cosas, que se los describan millonarios, que se los describan famosos, que se los describan extraídos de la realidad social, fuera del contacto con la gente común. Sí estoy convencido de una cosa: fui feliz cuando disfruté del amateurismo, fui feliz cuando crecí enamorado de mi trabajo, yo tengo un profundo amor por el fútbol, por el juego, por la esquina, por el baldío, por el picado, por la pelota. Y desprecio todo lo añadido, todo lo que le fueron agregando para convertirlo extrañamente en deseado. Para explicar un poquito mejor esto, sé que la alegría de un triunfo en un partido dura cinco minutos, termina el partido y hay una sensación de efervescencia, una sensación de la adrenalina al tope que genera excitación y felicidad. Pero son apenas cinco minutos y después hay un vacío enorme y grandísimo. Y una soledad indescriptible."
¡Qué cierre magistral para denigrar la idolatría
hacia personas que sólo se diferencian de nosotros por tener unos millones más!
Y pensar que en nuestro ámbito, solemos canjear estampitas de la Virgen María
por las de algún reconocido pastor.
Jesús
ilustrado… ¿fue sin darse cuenta?
Opinión
personal
No deja de fascinarme Bielsa. No es un secreto para quienes me conocen, y revelo esta
admiración al resto de los que están terminando de leer este escrito. Su
filosofía de vida, traducida en el campo de juego del deporte que más me gusta,
me llevó a escarbar un poco más sobre este hombre, sus palabras y su vida deportiva.
Y me encontré con esta conferencia, que es mucho más extensa, en la que veo una
identificación con mi fe que me asombra. Y en tiempos donde desde el seno de la
misma iglesia se ha desdibujado tanto todo lo que tiene que ver con los valores
cristianos, me pareció pertinente resaltar las palabras de alguien que, hasta
donde yo sé, no tiene relación con nuestro credo pero nos da una lección sobre
cómo tenemos que redirigir nuestro discurso como cristianos, y en consecuencia,
nuestro ejemplo.
Damián
Sileo




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