domingo, 31 de marzo de 2024

¿Entraste a tu tumba?


Tal vez no sea el título que esperabas para una nota alusiva a Semana Santa y, más aún, para el Domingo de Resurrección. ¡Hoy se trata de salir de la tumba, y no de entrar!


Leyendo una nota esta mañana, escrita por un amigo, me hizo ver la resurrección de Jesús desde otra perspectiva. No es que esté descubriendo algo nuevo ni creando una nueva teología al respecto. Jesús resucitó, mi fe sostiene eso hasta el final, y punto. Pero quiero detenerme en otro aspecto, y tiene que ver con nosotros mismos.


Vemos diferentes actitudes de las primeras personas que, cuando fueron a visitar la tumba del Maestro, la encontraron vacía. Primero fue Magdalena, aquella mujer que tanto favor había recibido de Jesús, que al llegar a la tumba y verla vacía, se llenó de temor y de angustia. Era tan enceguecedor ese temor que ni siquiera le permitía recordar que Jesús ya les había dicho que iba a resucitar. Es más, cuando vio al Ángel sentado allí, llegó a preguntarle si sabía dónde habían escondido el cuerpo de Jesús. 


Luego, los caminantes a Emaús. Relatan los Evangelios que dos de los seguidores de Jesús, luego de haberse cruzado con Magdalena, iban caminando hacia un pueblo llamado Emaús, y comentaban con mucho pesar lo sucedido. Es como cuando alguien habla con su amigo sobre la muerte de aquella persona que parecía que jamás iba a morir. De pronto, el mismo Jesús, cubierto con la capucha de su túnica, se les suma en el camino y se pone a hablar con ellos haciéndose el distraído. No podía creer que no lo hubieran reconocido. Ese "baño de realidad" que vivían aquellos discípulos era tal que no se daban cuenta que tenían delante de ellos al mismísimo milagro viviente y no se daban cuenta.


Por último, los elegidos, sus 11 (Judas ya no estaba, había decidido salirse de la escena), que estaban encerrados en una de las casas, temiendo por sus vidas. ¿Qué pasará con aquellos que seguían a Jesús a todas partes, ahora que había muerto? Burlas, difamación, en el mejor de los casos, persecución, cárcel y tal vez la misma muerte, en situación extrema. Pero, los Evangelios dicen que cuando Magdalena descubrió la tumba vacía, Pedro y algunos de los discípulos también corrieron allí y se maravillaron. Entonces, ¿qué pasó en el medio de eso como para que de nuevo estén los once apichonados en una casa? ¿De qué sirvieron tres años al lado del mejor Maestro, para esconderse en el momento más importante de la historia? Jesús tuvo que aparecer en persona para que se dieran cuenta que se había cumplido la profecía. Aun así, Tomás necesitó pruebas contundentes para creer que era Él, y tuvo que palpar sus heridas para corroborarlo.


Tanto Magdalena, como los discípulos, entraron a la tumba, vieron que Jesús ya no estaba allí, y tuvieron distintas reacciones, las mismas que tenemos cuando hacemos nuestros exámenes introspectivos, cuando entramos a nuestras propias tumbas, vemos el panorama que Dios tiene para nosotros, pero, aun así, tomamos posturas diferentes. Dios se muestra con el mayor de los milagros, con el mejor de los favores, con la mejor noticia de nuestra vida, pero nuestra tumba todavía está regada de temores, dolores, angustias, incredulidades... cosas que nos enceguecen y hacen que nos perdamos lo que Dios tiene para nosotros. Hasta que se nos tiene que aparecer resucitado para que le creamos. No hace falta esperar a que eso suceda; no pasemos a la historia como Tomás, que tuvo que ver y tocar para creer, y a quien Jesús le dejó la tristemente célebre frase "tuviste que tocarme para creer". 


Cada vez que entramos a nuestras tumbas, la gloria de Dios está allí, sentadita como el Ángel que le anunció a Magdalena que Jesús había resucitado. Está en cada uno creer y salir a anunciar la noticia o esconderse hasta corroborar que esa noticia sea cierta. Está en nosotros dejar que el temor nos invada y, en nombre de "ser realista", no ver que Jesús camina al lado nuestro. Está en nosotros dejarnos ganar por la incredulidad y esperar a tocar el milagro para creer, o hacerlo sin necesidad de ver (en eso consiste la fe, ¿no?). 


Por eso, te invito en este momento a entrar a tu propia tumba, a tu interior, y a ver con ojos espirituales aquello que Dios tiene para vos, en cualquier área de tu vida que sea. Y a no permitir que el temor, el desgano, la incredulidad, el realismo, impidan que la gloria de Dios se manifieste en tu vida. Hoy es un buen día para reflexionar sobre esto y dejar que ese Ángel sentado en tu tumba te diga: "No temas. Él ha resucitado".

martes, 9 de enero de 2024

Sufrir, para después gozar


A partir de la asunción del flamante presidente de la Argentina, Javier Milei, y sus primeras medidas de gobierno, hay voces que, por distintas razones, pretenden torcer, mitigar, o cambiar algunas o todas las directrices de su gobierno. 

En medio del enmarañado juego de palabras y chicanas entre defensores a ultranza del líder liberal y los opositores que ven en la derecha todo lo que está mal, se yergue una expresión presidencial que también ha atraído tantos adherentes como detractores. Si una promesa quedó clara por parte de Milei, fue que vamos a sufrir en los primeros tiempos para alcanzar bienestar o, como expresó en sentido figurado, "ver la luz al final del camino". 

Ante esa teoría, quienes desestiman esta idea se fundamentan en el análisis de un filósofo moderno que afirma que eso "nunca pasó", y quienes la recibieron como una realidad ineludible, hacen su basamento en diversas premisas bíblicas que garantizan un camino difícil para llegar al objetivo deseado.



Está claro que, a escasos treinta días de haber asumido el gobierno argentino, no se pueden hacer evaluaciones serias y categóricas, ni a favor ni en contra, de la gestión de Milei. Pero sí, vale la pena detenerse en algunas señales de estos primeros días, que pueden marcar el camino de lo que vendrá.


Por caso, "sufrir para luego gozar", algo que implícitamente dijo Milei, palabras más, palabras menos, respecto a que necesariamente deberemos vivir tiempos de ajuste y de ciertas privaciones, consecuencia de la realidad económica que venimos acarreando como país desde hace varios años. Podremos decir "¿qué culpa tenemos nosotros por las malas decisiones tomadas por esos gobiernos?". Pero debemos tener en cuenta que los mandatarios están allí porque nosotros los pusimos con nuestro voto. Dicho esto, sabemos bien que cuando no somos buenos administradores de los recursos que tenemos, cuando gastamos más de lo que ganamos, cuando pedimos plata prestada ante el primer apuro, cuando usamos la tarjeta de crédito para patear la deuda... no hay que ser muy lúcido para entender que, en algún momento, hay que saldar todas esas cuentas y hacer ciertos sacrificios para lograr que los números se normalicen. En un país pasa lo mismo. ¿Cuánto tiempo llevará? No lo sabemos, pero sí sabemos que no será de la noche a la mañana. Porque 20 años de desidia no se solucionan en 30 días de mandato.


Por otra parte, al lógico ajuste y sacrificio que las matemáticas nos pide para poder empardar el debe y el haber, hay una cuestión conceptual que un sector de la población está tirando por tierra esgrimiendo todo tipo de excusas para no responsabilizarse por las malas decisiones tomadas. Circula por las redes una frase de un filósofo esloveno con cara de pocos amigos, que dice algo así como que "no hay que confiar en quien te promete sufrimiento para después tener felicidad, porque eso nunca pasó". Más allá de ser una falacia (podemos citar algunas transformaciones de países que han salido del populismo con sangre, sudor y lágrimas para tener, en la actualidad, un buen pasar social y con una economía estable), lo que preocupa es que, por tener cierta antipatía con el actual gobierno, se arroje por la borda uno de los conceptos emergentes de Jesús sólo por congraciarnos con una ideología política. ("En el mundo tendrán aflicciones, pero no tengan miedo, porque yo he vencido al mundo", fue la expresión de Jesús citada en Juan 16:33).


Otro texto al que podemos remitirnos para sostener la idea de que el sufrimiento es parte del proceso para llegar al objetivo, es aquel salmo que dice que "los que siembran con lágrimas, con alegría cosecharán" (Salmos 126:5). Versículo con el que romantizamos bastante, pero a la hora de aplicarlo, pareciera que queremos buscar un atajo para esquivarlo.


Caso emblemático es el del pueblo de Israel. Todos conocemos la historia, pero a veces da la sensación de que se toma sólo como un cuento para los alumnos de la escuela bíblica, y no para entender que toda acción tiene su consecuencia, que cada decisión que tomamos tiene su efecto, que el sufrimiento es parte del proceso por el cual tenemos que pasar necesariamente para llegar al puerto deseado. 


No quisiera caer en la comparación fácil, pero el paralelismo es inevitable. Siendo esclavos de los egipcios, los israelitas, de alguna manera se acomodaron a esa manera de vivir, donde tenían garantizado el techo y la comida, pero no había posibilidad de aspirar a algo más que eso. La tiranía del Faraón estuvo disfrazada de ese Estado benefactor y paternalista que decidía por la gente. Y los esclavos se habían acostumbrado tanto que ya no les parecía tan mala la esclavitud, dado que tenían garantizado lo mínimo indispensable para poder vivir. Esa misma tiranía, al ver que, no obstante, el pueblo de Israel continuaba con sus rituales, le entorpeció la tarea al no darles la paja para la cocción de los ladrillos, y de ese modo, debían ocupar más tiempo de trabajo diario, lo cual los hacía llegar cansados a sus hogares y así evitar que hagan culto a Dios. Algo similar a lo que ocurre cuando los gobiernos populistas viven poniendo palos en la rueda al avance personal de los ciudadanos (impuestos, miles de trámites innecesarios para encarar un negocio, más impuestos, decenas de permisos para poder vender algo, aumento de impuestos, imposibilidad de expandir libremente un emprendimiento hacia el exterior, más impuestos, etc.). Estos finalmente terminan ocupando su poco tiempo de ocio ideando tareas que les puedan generar un mayor ingreso para cubrir todas esas burocracias, y descuidando las cosas esenciales de la vida, como lo son la familia y, fundamentalmente, la relación con Dios.


Cuando Moisés propuso al pueblo de Israel su liberación, se encontró con la resistencia obvia del Faraón, pero lo más curioso fue que ni siquiera lo escuchaban los propios israelitas. Según relata el libro de Éxodo, fue porque "estaban con congoja de espíritu" (Éxodo 6:9). Fue tal la opresión que ni siquiera les hacía efecto el hecho de que alguien fuera a decirles que los iba a liberar de ese yugo. ¿Cómo se puede ser indiferente a alguien que te dice que vas a ser libre? Finalmente, luego de tanto luchar contra Faraón y convencer al pueblo de Israel, salieron de Egipto para comenzar el camino de la reconstrucción. No iba a ser fácil, claro está. Fueron 40 años de desierto, de aprendizaje, de más idas y vueltas con Dios, becerro de oro mediante, hasta que llegaron los Mandamientos para ver si, de una vez por todas, el pueblo entendía, de manera básica, 10 puntos que Dios consideraba importantes para que supieran de memoria. 


En el medio del pueblo que veía con esperanza la tierra prometida, estaban los ansiosos que nunca faltan, que pretendían llegar a la tierra que fluye leche y miel de la noche a la mañana, vociferando contra Moisés: "¡Al menos en Egipto teníamos la comida y un lugar donde dormir, en cambio aquí nos llenamos de arena y estamos cansados del maná y las codornices!" (Éxodo 16:3). Angustia, desazón, preocupaciones, sufrimiento, muerte... todo eso sucedió en el desierto. Pero el mensaje había sido claro: vamos a llegar a la tierra prometida, donde fluye leche y miel. Se van a acabar las codornices y el maná "de arriba", ahora van a poder trabajar la tierra para producir la leche y la miel (¿o creían que era magia?). El relato bíblico cierra este episodio contando que, de quienes habían salido de la cautividad en Egipto, sólo Josué y Caleb entraron a la tierra prometida, junto a la nueva generación que había nacido en el desierto. 


Para evitar cualquier tipo de suspicacias que desvíen la atención sobre el verdadero sentido de este escrito... No estoy poniendo a Milei como un Moisés contemporáneo ni mucho menos comparar la libertad que el patriarca hebreo les prometió al pueblo de Israel con "las ideas de la libertad" que promulga el primer mandatario argentino. No es la idea exaltar a la persona, sino que el foco de atención está puesto en la sociedad, y especialmente en la iglesia, la cual debiera tener en claro que toda acción tiene consecuencia, que el sufrimiento es transitorio pero necesario para llegar al tiempo de bienestar, por más que los filósofos de este tiempo nos digan que "es falso, y que nunca pasó". 


Está en nosotros ser como el pueblo de Israel, que pretendía la solución a sus problemas con inmediatez ante la amenaza de que "mejor es como estábamos antes", o como Josué y Caleb, quienes entendieron que ese peregrinar en el desierto era parte del proceso que los depositaría en la tierra prometida. 


"Sufrir para después gozar", es parte de lo que Jesús nos aseguró. Desestimar esta premisa es cuestionar sus enseñanzas. ¿Estamos seguros de querer ponernos en esa posición?

sábado, 6 de enero de 2024

Videos que me gustan - Parte 1: "Take me home" (John Schlitt)



Tal vez se trata de una de las voces más privilegiadas del rock cristiano. John Schlitt nos ha regalado trabajos como solistas que bien pueden catalogarse como esenciales si uno debiera hacer una lista de álbumes de rock. 

Ya desde "Shake" (1994), John nos viene sorprendiendo con notables discos, como "Unfit for Swine" (1996) o "The Graftin" (2008). También se despachó con un álbum navideño en 2013 y varios sencillos en la era digital, donde la prioridad estaba en grabar canciones y, consecuentemente, sus versiones en videoclip.

Tal el caso de "Take me home", una suerte de versión moderna de la parábola del hijo pródigo y de "Rapido y Furioso". Imagínense esos condimentos acompañados por el rock duro en la voz del legendario John.

Aquí va la primera de una serie de entregas sin orden de preferencias, sobre canciones que me gustan, una de las secciones más subjetivas que van a leer en estos tiempos.



jueves, 21 de diciembre de 2023

Sólo una tonta frase de Francella


Está bueno ser apasionado por lo que hacemos, en todo ámbito de nuestras vidas. Pero ¿puede la pasión estar por sobre la razón?

Hay una inclinación que tenemos los seres humanos de tomar una frase escuchada por ahí y convertirla en un dogma. Aunque no sean más que frases dichas en un contexto determinado. A veces son frases banales, pero, como nos hacen sentir identificados, la tomamos cual Biblia y la aplicamos a todos los aspectos de nuestra vida.

Podríamos enumerar y hacer un compendio de frases de películas, o de algún escritor, o filósofo, o actor, incluso de algún teólogo reconocido de hoy o de hace siglos. Tal vez, alguna frase de facebook atribuida a Morgan Freeman o Abraham Lincoln. Pero no dejan de ser eso: frases humanas, palabras dichas por una persona en un dejo de ¿lucidez? Y a veces, frases carentes de cualquier sustento serio. Incluso de teólogos históricos, de esos a quienes catalogamos como si fuesen el quinto evangelio.

Pero hay una en la que me quiero detener, porque se usa para justificar todo en nombre de "la pasión". Es célebre el personaje secundario de Guillermo Francella en la famosa película "El secreto de sus ojos" y quedó en la memoria colectiva aquél breve monólogo que dice, más o menos así: "Un hombre puede cambiar de todo, de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios, pero hay una cosa que no puede cambiar: no puede cambiar de pasión".

Por definición, "pasión" es "un sentimiento capaz de dominar la voluntad y perturbar la razón". Y como sinónimos, encontramos que "pasión" también es "padecimiento, sufrimiento, vehemencia", todos términos que conllevan rasgos negativos. La pasión hace que suframos cuando nuestro equipo pierde un partido de fútbol. ¿Se justifica? La pasión hace que nos comportemos con vehemencia cuando discutimos de política y defendemos los colores con los que nos identificamos. ¿Se justifica? La pasión despierta, en muchos casos, lo peor de nosotros a la hora de defender alguna postura. ¿Acaso quiero decir que no hay que ser apasionado? De ninguna manera. Sólo que esa pasión no debiera nublarnos la razón.

En nombre de "la pasión", hay personas que intentan justificar cualquier tipo de comportamiento cuestionable. He visto padres que declaran ante un juez no tener recursos para pasar la mantención de sus hijos y de su ex, pero jamás faltan al partido del club de sus amores. "Puedo cambiar de familia, pero no de pasión". También personas cuya pasión por la política les hace cometer desatinos como votar candidatos que van en contra de los valores con que fueron criados o, peor aun, contra la fe que profesan. Y por esa causa son capaces de pelear y distanciarse de sus propias familias y seres queridos... y hasta de Dios. "Puedo cambiar de religión o de Dios, pero no puedo cambiar la pasión".

"Pasión", le dicen. "¡Lo dijo Francella, loco!" Pero, no es sólo más que eso, una tonta frase cinematográfica de Francella. ¿En serio podemos tomar una frase de película como guía para nuestras vidas?

viernes, 17 de noviembre de 2023

Las palabras se amortizan. Lo de "fracasado" necesita revisionarse



Van a tener que inventar un nuevo adjetivo. Lo de "fracasado", está desgastado, es precario.


Como buen hijo de maestra, contra Argentina sacó su lado más pedagógico. Exprimió su saber al máximo, para transmitirle a sus dirigidos una forma de jugar. Es cierto, sus alumnos ya contaban con esa característica: la garra. Pero con su sapaciencia (un neologismo entre sapiencia, paciencia y ciencia), impregnó a la celeste.


Primero le tocó a Brasil, ahora, a Argentina. Muchos recordarán el planteo versus Manchester United cuando estaba al mando del Athletic de Bilbao. Es su sello; frente a un rival teóricamente superior, él, lo disminuye. 


No se trata de abundarlo de elogios, sabemos que él se alejaría de ellos, porque riegan la parte más perversa del ser humano, sino, poner sobre la mesa, la capacidad cognitiva y emocional de este ser humano.


Arrastra el fantasma del fracaso del 2002, y cuanta oportunidad que hay, siempre algún personaje rebana alguna porción de su propia carne. No nos vamos a engañar; a todos nos hubiera gustado proyectar más allá de Suecia. Era nuestro deseo patrio futbolístico. Pero gracias a Dios, el fútbol enseña y corrige a los detractores, y si no, siempre hay un loco para voltear hechos del pasado.


Primero fue el abrazo a Aimar, el reconocimiento a Scaloni y, por último, el reconocimiento de nuestro Lio al loco. Que más necesita un entrenador, para ser reconocido por los campeones mundiales actuales. La emoción hacía brillar sus ojos, aunque se defina como un hombre preservado. 


Gracias loco, por no abandonar una escuela de trabajo, una filosofía de juego y una manera de vivir el fútbol. Uno juega como vive y necesita jerarquizar virtudes, como bien lo has mencionado en conferencias. En las eliminatorias, tus virtudes están a la vista. Hay que ser un poco prudente para observarlas, antes de abalanzarse con el "fracasado".


La nobleza de los recursos utilizados. La coherencia de la ética con la que impregnas la vida. La pasión barnizada con tanta cordura. Gran enseñanza disponible para un padre, hacia sus hijos. Pedagogía a prueba de todo. Que, en el recorrido hacia el éxito, brille todo el proceso de eliminatorias para brindarte el reconocimiento que representa tu persona en lo integridad de las cosas. Todo se equilibra al final.


Felipe Pezzarini

lunes, 13 de noviembre de 2023

Se solicitan Danieles y Josés



La historia de Israel transitó por libertades y cautiverios. Pero en medio de la zozobra de estar bajo el yugo de imperios que se oponían a Dios, surgieron figuras que lograron influenciar al poder de turno, logrando bienestar para la población. Fue José en tiempos de Faraón y fue también Daniel en los tiempos de Nabucodonosor, quienes regalaron una profunda enseñanza acerca del rol de los hijos de Dios en el mundo de la política. La Argentina de hoy, con un panorama político sombrío, necesita más que nunca de personas con principios y valores tradicionales que puedan recuperar el rumbo de un país signado por la corrupción de la clase dirigente. ¿Veremos, en este tiempo, a los Danieles y los Josés que puedan recuperar la credibilidad de la política?


Luego del paupérrimo debate de anoche, quedó al descubierto que Argentina está entre la espada y la pared. Como sucede desde hace varios comicios a esta parte, el electorado se verá en la encrucijada de elegir lo menos malo. Las mezquindades y las miserias de una oposición dividida tienen mucho que ver en esa encrucijada. Porque terminó fortaleciendo a un régimen que ha dañado seriamente al país, y no hablamos sólo de la economía. Así las cosas, el votante argentino tendrá que elegir entre dar un salto al vacío, a las propuestas de un candidato que es una bomba de tiempo, o repetir la receta que nos ha llevado de fracaso en fracaso y que puede hacernos retroceder otros cuatro años... o más.


El panorama es oscuro, sin dudas. La Argentina transita por uno de los momentos más preocupantes de su historia. La inflación acuciante, la falta de trabajo, la inseguridad que hace que tengamos que mirar con cuatro ojos cada vez que salimos de casa, o la educación que cayó a niveles impensados y que en los últimos años convirtió a las escuelas públicas en comedores infantiles, son las consecuencias de un sistema corrupto que se fue afianzando con los años. Lo grave es que como sociedad hemos dejado que estas crisis vayan en aumento. ¿Cómo? Dejando en manos de los de siempre la solución a los problemas que ellos mismos crearon. Ergo: nosotros también tenemos nuestra cuota de responsabilidad. Esa triste máxima tan argentina de "preferible malo conocido que bueno por conocer" nos ha depositado en el lugar en el que estamos actualmente.


La inacción y la falta de participación en la vida política del grueso de la población hizo que, a lo largo de décadas, sólo un grupo de personas que se autoperciben como "elegidos" fueran los que comandaron los destinos de la Nación. El paso del tiempo hizo que nos convenciéramos de que ellos y sólo ellos -y posteriormente, sus hijos- son los que están habilitados para hacerlo, y terminamos convirtiéndonos en sus esclavos. Nos han hecho cautivos a partir de nuestra propia cobardía de ejercer el verdadero poder, el de poner y sacar gobernantes a partir de nuestro voto. Este grupo de elegidos (algunos lo llaman "casta"), ha sabido aprovechar esta zona de confort en la que hemos optado estar por años, y de alguna manera nos ha convencido de que, efectivamente, son los únicos que pueden gobernar y que nosotros sólo tenemos que estar subyugados a sus preceptos con la excusa de que "nos cuidan y quieren lo mejor para nosotros". Prevalece esa idea del estado paternalista que aprovecha nuestra comodidad para adueñarse de nuestras vidas y voluntades.


Siempre es útil recurrir a la historia del pueblo de Israel para comprender lo que es vivir libre y vivir en esclavitud. A pesar de ser llamado "el pueblo de Dios", Israel tenía ese no sé qué, que lo hacía sucumbir al punto tal de pasar décadas y siglos en manos de sus opresores. Y en algún punto, hasta se acostumbraban tanto a vivir en cautiverio que cuando les tocaba ser libres, muchos querían volver a la "seguridad" del techo y la comida, aunque eso signifique ceder la propia dignidad y rifar el futuro de su descendencia. La historia de la liberación de Israel a manos de Moisés es una clara muestra de ello. Generaciones enteras que lo único que conocieron era vivir bajo un Estado que le garantizaba comer y dormir, a cambio de engrandecer, con su trabajo esclavo, un reino al que no pertenecían ni iban a pertenecer jamás. Pero cuando les tocó saborear la libertad, pagando como costo las dificultades de la vida en el desierto durante el 10% del tiempo que estuvieron en esclavitud, renegaban queriendo volver a su vida anterior.


El panorama político y social de la Argentina nos permite hacer una analogía perfecta con la historia del pueblo de Israel. Un pueblo que, a pesar de tener el privilegio de ser llamado el pueblo de Dios, a causa de sus múltiples torpezas a la hora de elegir, caía en cautiverio. Sus años bajo el cautiverio de Egipto a manos de los faraones, y el tiempo de esclavitud a merced de los babilónicos, con Nabucodonosor como actor principal de la tiranía en aquellos días, nos ofrecen algunos matices dignos de destacar y que pueden marcarnos el rumbo para la Argentina que queremos.


El cautiverio en Egipto no se dio de la noche a la mañana. Es conocida la historia previa, en la que el Imperio Egipcio tuvo que afrontar una situación inusual, como aquella gran sequía profetizada por José, un joven hebreo que había sido vendido como esclavo a Faraón. Ante la desesperante situación que iba a sobrevenir en la región, el Emperador tuvo que recurrir a la sabiduría de un hijo de Dios para saber cómo iba a hacerle frente a ese duro período. José se erigió, en consecuencia, como la solución al gran problema y los años posteriores fueron de bonanza, para el imperio y sus alrededores, que también pudieron aprovechar los efectos colaterales de la sabia decisión de José.


Siglos más tarde ocurrió algo similar. El pueblo de Israel cayó nuevamente en cautiverio, esta vez en manos de los babilónicos. Y el rey Nabucodonosor como el principal instigador, capaz de echar al horno de fuego a quienes se atrevieran a no adorar su estatua. Conocemos la historia, con Sadrac, Mesac y Abednego paseándose por el fuego como si estuvieran en el parque, hasta la aparición de Daniel, quien tendría un rol relevante en la política babilónica luego de otro frustrado intento por callar su voz e invisibilizar su fe. Fue tal su relevancia que su influencia sobre quienes ostentaban el poder de turno trascendió los imperios. Llegaron los persas, con un rey bastante más permisivo, que supo trabar una relación saludable con Daniel, pero que cayó en la trampa de los sátrapas de turno para voltear al joven hebreo. Luego del episodio en la fosa de los leones, la integridad de Daniel y el favor de Dios sobre su vida capturaron la atención del emperador, quien lo ubicó en un puesto político relevante que trajo, como consecuencia, bienestar para la población.


No es la intención dar una cátedra de historia, sino de trazar algunos paralelos entre la sucesión de aciertos y desaciertos del pueblo de Dios en la antigüedad y su correlato argentino de estos tiempos. La dejadez de los ciudadanos honrados, con valores y principios, hizo que quienes ocuparan los lugares de relevancia política fueran quienes están en las antípodas de la honestidad. Yendo particularmente al ámbito de quienes profesamos la fe cristiana, vemos que hoy estamos pagando las consecuencias de haber vivido años en los que se nos inculcó que "la política es sucia y los hijos de Dios no tienen que meterse allí". Celebramos, hoy día, que haya cristianos involucrados en la política, pero lo hacemos como quien festeja el gol del descuento tras ir perdiendo por goleada. Y pensamos que con eso alcanza para transformar la nación.


Hoy, de cara al balotagge del próximo domingo, nos encontramos en la situación de tener que elegir entre Nabucodonosor y Faraón, pero eso ya pasa a un segundo plano. Hoy debemos apostar a que se levanten muchos José, Daniel, Sadrac, Mesac y Abednego. Personas íntegras, que no se mimeticen con el poder de turno, pero que tengan la capacidad e idoneidad como para ocupar cargos públicos y hacer una gestión honesta y eficiente.

jueves, 19 de octubre de 2023

Tenemos los políticos que nos merecemos (18va parte, más o menos...)


Hace un tiempo, con mi comunidad de fe, nos hicimos la promesa de no maldecir a nuestro país. Frecuentemente escuchamos frases del calibre de "qué país de porquería" o cuando nos referimos a la Argentina, lo hacemos tan despectivamente que con sólo escuchar el término "este país", ya nos damos cuenta que no es para resaltar alguna de sus cualidades. Así que seguiré esa premisa de no denostar a nuestra patria, entendiendo que eso no significa dejar de alzar la voz cuando la corrupción manda. De eso también se trata esto de ser iglesia. Porque callamos mucho, porque malentendemos eso de "orar por las autoridades", como pretendiendo que eso fuera un cheque en blanco para que los gobiernos hagan lo que quieran, "pero con nuestra bendición". Y, por silencio u omisión, terminamos siendo cómplices.


Nuestro país se ve feo, pero es hermoso. Se ve pobre, pero es rico, solo que lo han empobrecido. Se ve decadente, pero en realidad aquí convergen las culturas más variadas, sólo que han aflorado con fuerza las demostraciones "artísticas y culturales" (así, bien entre comillas) más bajas que puede haber, y las hemos adoptado como propias de manera elegante. La radiografía de la Argentina actual es la de un país en guerra. Y hoy, más que nunca, cuando se están librando las más cruentas guerras en otras latitudes, compararnos con esas naciones que viven a merced de ataques armados, nos hace ver como si aquí hubiera sucedido la tercera guerra mundial.


Todos queremos un país que funcione, un país decente, un país educado, un país trabajador, un país respetuoso del prójimo, un país sano. Pero para eso, se necesita de personas que conformen una sociedad con esas características. La Argentina, como tantos países, tiene a la democracia como forma de gobierno y elige a quienes llevan los destinos de la nación. Y está claro que elegimos mal, vez tras vez, elección tras elección. De otro modo, no estaríamos así.


Ahora bien, ¿por qué están las personas que están ocupando puestos en el gobierno reiteradamente, cuando es evidente que no son idóneas para los cargos que ocupan? ¿Por qué siempre protestamos cuando vemos que los políticos se nos ríen en la cara mientras nos roban impunemente? Por otro lado, ¿qué nos hace pensar que la culpa de todo la tienen esos políticos? ¿No será que también tenemos cierto grado de responsabilidad, siendo nosotros quienes los hemos elegido?


Como bien dijo un filósofo alguna vez: "Si un corrupto está en el poder, es porque quienes lo votaron se sienten bien representados". Entonces, ¿qué estamos eligiendo? Porque si nos robamos la lapicera de la oficina, no nos quejemos cuando un político se va en yate con nuestro dinero. Si evadimos, no nos quejemos de los chocolates de la vida. Si no somos fieles a nuestras convicciones, no nos asustemos de un ministro que juega a ser candidato, que cambia camiseta política según su conveniencia y que un día va a meter en la cárcel a quien al día siguiente es la principal artífice de su campaña. Si discriminamos y no medimos a todos con la misma vara, entonces no nos rasguemos las vestiduras por la foto de Olivos y el vacunatorio VIP. Cada imagen de la corrupción en el poder político nos remite, indefectiblemente, a algún episodio cotidiano en el que nosotros somos los protagonistas o, al menos, partícipes necesarios. Entonces, ¿será que no tenemos nada que ver? ¿O, efectivamente, estamos votando a los políticos que nos representan?


Dicho esto, sólo espero que el domingo podamos hacernos un examen introspectivo y rever nuestros valores, nuestras convicciones, nuestra fe. Que podamos dilucidar qué futuro queremos para nuestros hijos y cómo queremos vivir el tiempo que nos queda. Si queremos un país serio o si queremos seguir siendo el hazmereir de un mundo que aun no entiende cómo es que estamos en pie.


"Tenemos el mejor país del mundo", decimos para autoconvencernos. Entonces, hagamos que los gobiernos que tengamos también lo sean. Pero para eso, tenemos que convertirnos en una sociedad donde un político corrupto y oportunista, ni siquiera tenga chance de ser candidato porque se dará cuenta que no va a encajar en una sociedad honesta como la que soñamos.

miércoles, 27 de septiembre de 2023

Paul Stanley y el reino del revés



“Hay una GRAN diferencia entre enseñar a aceptar y normalizar e incluso fomentar la participación en un estilo de vida que confunde a los niños pequeños para que se cuestionen su identificación sexual como si fuera una especie de juego y luego los padres, en algunos casos, lo permiten. Hay individuos que, como adultos, pueden decidir que la reasignación es su opción necesaria, pero convertir esto en un juego o que los padres lo normalicen como una especie de alternativa natural o creer que porque a un niño pequeño le gusta jugar a vestirse con la ropa de su hermana o a una niña con la de su hermano, debemos llevarles pasos más allá por un camino que está muy lejos de la inocencia de lo que están haciendo. Con muchos niños que no tienen un sentido real de la sexualidad o de las experiencias sexuales atrapados en la ‘diversión’ de usar pronombres y decir con qué se identifican, algunos adultos confunden erróneamente enseñar a aceptar con normalizar y fomentar una situación que ha sido una lucha para los verdaderos afectados y lo han convertido en una triste y peligrosa moda” (Paul Stanley en Twitter, 30 de abril de 2023).


Hace algunos meses, el cantante y guitarrista de la afamada banda KISS estuvo en la palestra por unas declaraciones que hizo. Nada de otro mundo, nada escandaloso y, de hecho, fueron palabras llenas de sentido común. Stanley hizo referencia a que no se debería confundir a los niños inculcándoles desde tan pequeños que, si lo desean, "pueden autopercibirse como personas del sexo opuesto". Pero, al célebre cantante no le alcanzaron los pergaminos para repeler la andanada de descalificaciones que sufrió en las redes sociales. 


Vivimos tiempos raros, donde decir las cosas como son, molesta. Donde es más aceptable vivir en el mundo de fantasía de quienes ponen la autopercepción por sobre la irrefutable veracidad de la biología y la ciencia. Hay como una dictadura del progresismo, en la que nos vemos obligados a respetar locuras en nombre de la tolerancia, pero cuando intentamos sostener un discurso basado en ciertas tradiciones como la familia, la moral o la fe, inexorablemente somos tildados de retrógrados, en el mejor de los casos. Ni hablar cuando se cruzan las líneas y aparecen términos como fachos, opresores o antiderechos.


El mundo del espectáculo y el de los medios de comunicación son, en algún punto, funcionales a esta marejada de desatinos de quienes quieren ver arder el mundo con sus perversiones. Seres humanos que se autoperciben animales y exigen ser tratados como tales; adultos que se autoperciben niños y no hay que cuestionarlos si quieren "jugar al doctor" con una nena en edad de preescolar; hombres que se autoperciben mujeres e invaden su territorio, como el deporte femenino, donde claramente ganan cualquier competencia por escándalo y hoy, es un problema complicado de resolver porque ya abrieron la puerta a la posibilidad de que un hombre (que morirá siendo hombre por más hormonas que se ponga) pulverice en un día todos los récords que las mujeres fueron construyendo a lo largo de 100 años. 


¿Estamos seguros de que ese es el mundo en el que queremos vivir? ¿Somos conscientes del grado de delirio al que nos expone un grupo de trasnochados que, de alguna manera, se las ingenió para que los medios de comunicación sean serviles a sus depravaciones? 


Yendo al famoso posteo de Paul Stanley, apoyado, de alguna forma, por Dee Snyder (integrante de Twisted Sister, otra banda de la época), es notable como el hecho de que dos rockeros, en su madurez han sabido reflexionar seriamente al respecto de toda esta locura, sean víctimas de la cultura de la cancelación y vistos como "transfóbicos". ¡Por Dios! ¡Dejen de inventar palabras y darles un significado cuando no lo tienen! Ya por definición, la palabra "fobia" es el temor por algo inexistente. Entonces, un supuesto "transfóbico", es alguien que le teme a algo que, realmente, no existe. Es tan básico el pensamiento de estas hordas que ni siquiera comprenden los términos que ellas mismas quieren instalar e imponer a personas con sentido común.


Volviendo al enunciado del cantante de KISS, ¿acaso dijo algo que no fuera cierto cuando se refirió a la confusión que crea en los niños esta loca idea de hacerles creer que a los 3 o 4 años pueden autopercibirse lo que ellos quieran, cuando es sabido que es la edad crucial en la que desarrollan su identidad? Entonces, en lugar de acompañarlos, guiarlos y enseñarles que la naturaleza los hizo nenes o nenas, prefieren apabullar su inocencia llevando a muchos de ellos a mutilarse a temprana edad solo por dejarse llevar por esta irracionalidad. 


Está todo tan dado vuelta que, para manejar, abrir una cuenta bancaria o votar, hay que esperar a los 16 o 17 años porque se supone que aún no se tiene la madurez para hacer estas cosas a más temprana edad. Pero con 4 años, sí, es posible que pidan un cambio de sexo, con 12 años sí, es posible que un varón que se autopercibe mujer compita con niñas de su edad, o con 15 años sí, es posible ir a abortar sin consentimiento de sus padres. 


¿Ese mundo quieren? Yo no. Y afortunadamente somos muchos los que tenemos bastante de aquellos valores con los que fuimos criados, respetando los designios de la naturaleza, protegiendo la integridad de los más vulnerables y, en algunos casos, guiándonos por una fe que, por alocada que parezca, se apoya en la coherencia, en el respeto por el otro y en el sentido común. Sin avasallar a nadie con una ideología que no quieran compartir y sin imponer una fe al que no la pretenda o quiera creer en cualquier otra cosa. 


viernes, 30 de diciembre de 2022

Los desafíos que 2023 nos propone para lograr la Argentina que queremos


Todavía dura la efervescencia por el logro obtenido en Qatar. La Copa que se nos venía negando desde 1986, por fin es realidad y por tercera vez, la Argentina, se adueñó del trofeo, al menos hasta el próximo Mundial. Pero, ¿aprendimos algo de este triunfo o solo será un somnífero más que nos impedirá ver la realidad por los próximos cuatro años?


Esta Argentina tan golpeada, donde el dinero no alcanza para cubrir las necesidades básicas de una familia, donde no se puede salir a la calle sin pensar en que tal vez no se regrese y donde los esfuerzos de quienes producen, caen en saco roto al ver que se van siempre hacia el mismo lado, se contrapone a esa otra Argentina, representada por un puñado de atletas que, al menos en su área, dieron una demostración de trabajo, unidad, búsqueda del bien común, esfuerzo, carácter para sobreponerse a las adversidades… Cualquier profesional en el campo de la psicología podría escribir libros inspirados en lo que la Scaloneta hizo durante esos 30 días en el lejano oriente.


El provecho político que se saca de los triunfos deportivos no es nuevo. Basta con remitirse a las épocas de Mussolini o Hitler, para saber que un trofeo o una medalla dorada en los pechos de los representantes deportivos de un país, sirven para fortalecer cualquier régimen totalitario. Porque el deporte es importante en la vida de cualquier país. Puede ponerlo momentáneamente en el mapa, pero el fenómeno mayor sucede en las masas, porque el deporte une y a la vez, adormece. Y en esa unión generada por un triunfo, donde uno se abraza con otro sin conocerlo siquiera, también se crea esa confusión en la que ese con quien me abrazo es el que me está haciendo daño desde el poder. Pero, bueno, ganamos, estamos todos contentos, tuvimos la dosis de morfina cuando los jugadores levantaron la Copa del Mundo, así que, a aguantar el efecto para luego seguir sufriendo.

El párrafo anterior es patético y tuve muchas dudas al escribirlo porque no quería caer en el golpe bajo. Lo sé. Pero no deja de ser real. Vivimos en un país cuyos gobernantes, antes de jugada la Copa del Mundo, ya se habían expresado en cuanto al interés supremo de que Argentina la gane. ¿Acaso no hay problemas más graves que arreglar en el país como para poner la mira en un torneo de fútbol? Es que, se sabe, un triunfo que no se daba desde hace casi cuatro décadas sería un golpe de efecto magnífico de cara al inicio de un año electoral. No por nada desde el Gobierno estaba el desmedido deseo de que los jugadores vayan a la Casa Rosada para “robar” la foto, y ante la negativa, quedaron librados a la buena de Dios en medio de un caos de 5 millones de personas en la calle. No seamos “bobos” (permiso, Messi). El pan y circo actual solo cambió de formato. Antes eran los gladiadores en el Coliseo, hoy son 22 tipos tras una pelota. Antes era un pan, hoy es un plan.

Dicho esto, ¿cómo nos coloca este triunfo frente a la realidad a la que volvimos? Aunque tal vez la pregunta correcta sería si ya volvimos a la realidad o seguimos adormecidos por una victoria futbolera que ya lleva dos semanas, pero de la que seguimos hablando en las redes sociales y en la tele. Todas esas cosas con las que nos llenamos la boca para hablar de la Selección, relacionadas con el esfuerzo, el trabajo, la superación, la meritocracia, etc, ¿serán solo lindas palabras o lo que nos motive e inspire a lograr una Argentina mejor? Tanto desde el día a día que propongamos como ciudadanos como a la hora de votar por gobiernos que realmente persigan estos ideales. 


En lo que a nosotros respecta, construir desde nuestros hogares inculcando a nuestros hijos la cultura del trabajo y del esfuerzo, el valor del estudio, el respeto por las autoridades, la importancia de la higiene, el cuidado por la salud, la fidelidad, la honestidad… sería innumerable la cantidad de valores. Ahora bien, desde nuestra intención de tener gobernantes que estén a la altura de este requerimiento, ¿elegiremos a quien haga prevalecer la cultura del trabajo por sobre la dádiva sin esfuerzo? ¿Optaremos por aquellos que, al menos hoy desde el discurso, propongan reducir el gasto público y generar condiciones para que el trabajador independiente pueda hacer su tarea sin que lo coman los impuestos de antemano? ¿Nos animaremos a votar políticos que aún no están enviciados, por sobre los que ya conocemos y padecemos, que visitan más los tribunales que sus propias casas? ¿O vamos a seguir anestesiados con la frase “mejor malo conocido que bueno por conocer”?

Creo que es hora de hacer de esta epopeya de la Scaloneta un manual en el que se plasme la idea de hogar y de país que queremos. Que los halagos que le propinamos a Scaloni y a los jugadores, no se queden solo ahí. Si los halagamos, es porque estamos reconociendo que algo bien hicieron. Entonces, ¡hagámoslo nosotros también! Ese es el desafío planteado para 2023: un país en serio, que empiece en casa y que se traslade a las urnas. No es tarde para dar el golpe de timón que necesitamos para salir de esta tormenta. Aún hay tiempo. No hagamos que se convierta en la tormenta perfecta.


jueves, 29 de diciembre de 2022

El progresismo, el conservadurismo y la absurda guerra contra los dibujos animados

Hubo un par de episodios, no tan recientes, en esta instalada lucha entre el progresismo recalcitrante que a toda costa quiere imponer lo suyo, y el conservadurismo al que, si bien le tengo simpatía en muchas cosas, hay formas en las que no se diferencia en nada a la cultura que quiere combatir. Así que, vengo meditando y salió este escrito que me hará poner en contra a ambos sectores ideológicos. Como dicen algunos en las redes sociales: “vengan de a uno”.

 

 

Sostener una determinada postura respecto de algunas ideologías que se intentan imponer en la sociedad, no significa que se esté de acuerdo con las metodologías implementadas para “combatir” ese avasallamiento que existe por parte de los sectores que pretenden que el mundo funcione como ellos quieren o sino, serás tildado de intolerante.

Es sabido que los medios de comunicación son una influencia para los seres humanos. Estar expuestos ante la pantalla hace que nos formemos opinión sobre determinados asuntos de la vida cotidiana. Y hay quienes dicen que la gente puede alterar su conducta de acuerdo a la influencia de aquellos programas de televisión, películas o videojuegos que consume diariamente.

Recuerdo un episodio de la famosa serie “La Ley y el Orden”, donde un criminal había quedado absuelto luego que su abogado argumentara que su conducta había sido alterada por haber estado expuesto por años a películas y videojuegos violentos. Absurdo, ¿no? Sin embargo, el extremismo progre y conservador son capaces de declararle la guerra a un dibujo animado porque, según razonan, éstos pueden inducir  a los niños a tener comportamientos que van en contra de sus estándares.

A saber, dos ejemplos que ponen en tela de juicio el accionar de ambos sectores que, según su ideología, validan esta suerte de boicot contra algunas expresiones artísticas que se oponen a sus escalas de valores.

Pepe Le Pew, el acosador serial

Hace un tiempo, el feminismo radical se puso en pie de guerra contra un clásico dibujo animado con el que la mayoría de los adultos hemos crecido, mirando sus caricaturas en televisores en blanco y negro luego de regresar del colegio. Se trata de Pepe Le Pew, un zorrino bastante fastidioso que a toda costa quería robarle un beso a una gata a quien permanentemente confundía con una zorrina. ¿Cuál era el argumento en la búsqueda de censurar al fracasado zorrino que jamás pudo lograr su cometido? Que el zorrino Pepe era un acosador y que es un mensaje que no se puede dar a los niños. Por lo tanto, todo el mundo fue llamado a ejercer la dictatorial medida de la “cancelación”, como se le dice eufemísticamente en estos tiempos al acto de censura.

En la otra vereda tenemos al sector conservador, que emplea armas similares y argumentos idénticos, esta vez, para condenar un beso gay en “Lightyear”, una de las últimas películas de Pixar. El llamado a la conciencia de los padres era “prohibir” a sus hijos ir al cine a ver esta película porque se le está dando un mensaje donde se ve con normalidad el tema del homosexualismo.

Por un lado, la censura que quiere imponer el sector progre a un zorrino acosador, y por el otro, el boicot del sector conservador para que sus hijos no vean una película que hace apología de la homosexualidad a través de una escena que dura 5 segundos. Ambas medidas con un grado de intolerancia extraordinario y un insulto a la inteligencia de los padres, quienes supuestamente debieran actuar por el dictamen de quienes representan, de alguna manera, su pensamiento.

Me surgen varios interrogantes, cuyas respuestas podría tenerlas o podría consultarlas a algún profesional, pero los dejo aquí para que todos reflexionemos. Por otra parte, la pregunta pone en el paredón a los defensores de ambos sectores en pugna, los cuales evidentemente miden con distinta vara, dependiendo si la caricatura en cuestión representa o se opone a sus ideologías. Veamos:

"LightYear" y el famoso beso lésbico

¿Qué tipo de educación, contención y diálogo damos a nuestros hijos si tenemos miedo que miren una serie o una película porque “se van a convertir en acosadores” o “se van a hacer gays”?

¿Realmente creemos que un niño se convertirá en acosador por haber visto a Pepe Le Pew? ¿O se hará homosexual por haber visto un beso entre dos personas del mismo sexo en “Ligthyear”?

Que les ocultemos a nuestros hijos ciertas realidades como la homosexualidad o el acoso, ¿ayudará a que no caigan el día de mañana, de no mediar una educación con valores?

¿Nunca pensamos que la “prohibición” de algo, no produce más que curiosidad y ganas de cruzar esa línea que nos marcaron nuestros referentes con sus advertencias? ¿O que insta a la rebelión y de repente, transgredir esa prohibición me termina convirtiendo en un revolucionario?

Pienso y medito mucho respecto a estas cosas porque tengo dos hijos adolescentes, en plena etapa de desarrollos, cambios, procesos, autoconocimientos, crisis, etc. Y cuando me encuentro con este bombardeo en el que desde una red social me dicen lo que tengo que hacer con ellos, me hace ruido, porque siento alguna semejanza con aquello que tanto critico del sector progre, que hace lo mismo, pero contrariando mis valores éticos y morales. Entonces, así como me molesta que un progresista quiera censurarme porque mi fe le incomoda, también empiezo a sentir esa molestia cuando desde el conservadurismo me piden que no lleve a mi hijo al cine a ver tal o cual película, como si yo, como padre, no supiera qué es lo bueno para él.

Y esto no significa que uno se las sabe todas. Porque si como padres reconocemos nuestras falencias y precisamos ayuda, ¡no vamos a recurrir a Facebook! Claramente, acudiríamos a un profesional que nos oriente sobre qué camino seguir. Y lo haríamos voluntariamente, no porque desde una red social me lo impongan.

No prohibir a un hijo que vea una película con escenas que se oponen a nuestros valores, ¿equivale a incentivar a que la vea? Pienso, si eduqué a mis hijos con ciertos valores, ante el hecho de enfrentarse a un filme del que todo el mundo habla sin  haberlo visto, optaría por dos caminos: primero, la vería y le resultaría indiferente la escena del beso o, segundo, sabiendo que esa peli contiene mensajes contrarios a los valores con que fue educado, ni siquiera se interesaría en verla. Así de simple.

sábado, 17 de diciembre de 2022

Los haters del fútbol

Cuando el fútbol es solo un medio para obtener un rédito personal o corporativo, no se puede hablar de amor a este deporte. Hace varios años ya, que el fútbol se convirtió en una mercancía de alto valor, que es funcional a todo. Y en esta Argentina devaluada, no es distinto al resto del mundo. Desde el hincha fanático enceguecido, pasando por el periodismo panqueque hasta llegar a la miserable clase política que es capaz de hacer uso de un eventual éxito futbolístico para aplacar un clima adverso, producto de las malas decisiones que dejaron a un país en ruinas.

 

Estamos en la víspera de tocar el cielo con las manos por tercera vez (futbolísticamente hablando, claro está). La posibilidad de que Messi y compañía regresen a la Argentina con la Copa no es descabellada. Argentina y Francia llegan casi cabeza a cabeza a la instancia final. Solo una luz de ventaja para los galos, si de números se trata: 13 goles convertidos contra 12 de Argentina, 5 triunfos y una derrota contra 4 triunfos, 1 empate y una derrota de Argentina, y por si fuera poco, sus dos figuras, Mbappé y Messi, con 5 goles, queriendo llevarse ambos el balón de oro (no olvidarse que pegaditos están Julián Alvarez y Giroud con 4 goles y pueden sorprender).

 

Hinchas… ¿de qué?

En estos tiempos donde todo pasa por las redes sociales, una de las cosas que más pude apreciar en el mundo futbolero, y en especial, lo relacionado con esta Copa del Mundo, es el odio al que hace las cosas bien y, por ende, logra sus metas. Está claro que uno tiene sus jugadores favoritos y se deja obnubilar por todo tipo de acrobacia que éstos hagan en el campo de juego, pero… ¿es razón para defenestrar, criticar mordazmente y hasta ensuciar el buen nombre de los otros futbolistas que, por alguna razón, no me resultan tan simpáticos? Este Mundial nos regaló la posibilidad de ver a las figuras más rutilantes del fútbol, empezando por Messi y Cristiano Ronaldo, a las claras, los dos jugadores más influyentes del mundo, pero también está Mbappé, Neymar, Levandowski, Modric, Suárez… solo faltaron Haaland y Zlatan para completar la constelación. Y pienso, ¿por qué no disfrutamos de este espectáculo en vez de destilar tanto odio hacia Messi, por ejemplo? ¿Qué hizo de malo Messi para que existan grupos de Facebook con cientos de miles de seguidores idólatras de CR7 –muchos de ellos, argentinos- que, más que ensalzar a su figura predilecta, ocupan tiempo y renglones en lanzar un dardo tras otro contra la figura de Lio? Obvio, la culpa no es de CR7 aquí, sino de esos haters del fútbol que, en vez de disfrutar lo que tanto Messi como Cristiano nos regalan en la cancha, se ocupan de denigrar al que, supuestamente, es su enemigo, con las peores bajezas que se pueda imaginar.


Prensa panqueque

A los haters del fútbol se le suma otra tribu, más dañina aún que la anterior, por su influencia y porque, supuestamente, son tipos serios, informados y objetivos: los periodistas deportivos, que, según cómo venga la mano, dan un discurso o cambian de opinión al día siguiente sin sonrojarse. Por supuesto que hay honrosas excepciones, y son esos periodistas deportivos que le hacen honor a la profesión. Varios de medios grandes y muchísimos de medios alternativos, que en la humildad de sus webs, radios y canales locales intentan llevar veracidad a sus oyentes y seguidores.

Cuando Scaloni asumió la dirección técnica de la Selección, pocos creían en él (me incluyo). Pero, habíamos probado tanto, tuvimos a los técnicos más encumbrados, y la realidad es que hace tres décadas que no ganábamos nada importante. Entonces, el tema era esperar, ver qué señales nos daba Lionel (Scaloni) en el ciclo que iniciaba como interino y que, a costa de triunfos y de ese re-enamoramiento del público con la Selección, se fue quedando y ya tiene garantizado su contrato hasta el Mundial 2026 (dicho sea de paso, la mejor acción que hizo Chiqui Tapia desde que ese presidente de la AFA).

Ahora bien, ¿qué decía el periodismo argentino de Scaloni apenas asumió, y cuando se jugaban los primeros partidos bajo su dirección? Hay un lindo compilado que está circulando en Youtube, con extractos de comentarios muy malintencionados de periodistas a los que les queda grande el puesto, aunque son de renombre y larga trayectoria. ¿De qué se van a disfrazar de ahora en más los que han vilipendiado al responsable de dirigir a la Selección? ¿Van a tener la grandeza de decirle a su público que se equivocaron en su apreciación? ¿O seguirán en su tesitura justificando las palabras de ese entonces, como suelen hacer siempre, para no quedar expuestos de que han pronunciado una tropelía?


Cuando un técnico no obtiene los resultados por su mala gestión, suele presentar su renuncia ante quien lo contrató. ¿Podrán hacer eso mismo los periodistas que han ocupado los carísimos minutos de aire en radio y televisión para destruir a Scaloni, solo porque no les gustaba, porque pensaban que al no tener experiencia no iba a servir, o porque, sencillamente, hacían lobby para que otros nombres estuvieran en el banquillo argentino? Y en esto también son responsables los medios que contratan a los representantes de este periodismo amarillo. Si palpan que hay un descontento social contra esta raza devaluada de periodistas de smartphones y redes sociales, ¿por qué no le piden la renuncia, al igual que hace un comerciante cuando su empleado no atiende bien a sus clientes? Solo se me ocurre pensar que los popes de estos grandes medios que están monopolizando las comunicaciones, son iguales. Y estos periodistas (y pseudoperiodistas y ex futbolistas devenidos en periodistas) son funcionales a estas corporaciones que poco saben de medios, aunque mucho de negocios.

 

El mérito es solo de la Scaloneta

Más allá de cualquier resultado que se dé mañana, está claro que Argentina va a festejar igual. Como en el ’90, como en 2014 (aunque ojalá el festejo sea como en el ’78 o el ’86). Por todo lo que significó este ciclo, con Copa América incluida, por esta especie de resurrección de Messi, que a sus 35 años está como el primer día y porque hoy, gracias a Scaloni, ya no tenemos a Messi y 10 más, sino a un equipo + Messi. Ganar la Copa será la frutilla del postre, pero mañana se festeja igual.


Entonces, no quisiera dejar de reflexionar sobre algo que, estoy segurísimo que se dará así: la utilización política y el rédito partidario que querrán sacar quienes aprovecharon este mes de adormecimiento mundialista para seguir llevándose al país por delante.

No quisiera regalarle tantas líneas a este gobierno acabado, que espera un triunfo argentino solo para seguir respirando, pero sí, creo, amerita la advertencia de que no debemos dejar que se siga insultando la inteligencia de la gente, pensando que un logro deportivo puede tapar la corrupción y la peor gestión de gobierno desde que se restauró la democracia en la Argentina. Debemos tener en claro que, ya sea el campeonato como el subcampeonato, será logro único y exclusivo de la Scaloneta. No de la gente, no del periodismo amarillo y mucho menos, del gobierno. Entonces, cuando se cumpla el ritual de la recepción de los jugadores, ojalá el Obelisco, lugar emblemático de los festejos deportivos de la Argentina, sea el centro de esa recepción, y no la Plaza de Mayo.

domingo, 11 de diciembre de 2022

Bobos




El oportunismo político y mediático para sacar ventaja de todo lo que sucede en Qatar en torno al astro del fútbol mundial, ya es repugnante. Un Gobierno que se desespera porque la Selección traiga la Copa para que la gente siga anestesiada. Un grupo de medios de prensa que, con tal de ensuciar a un gobierno al que no le hace falta ayuda para eso, es capaz de desprestigiar a los mismos deportistas que, de levantar la Copa, estarán el lunes 19 en la portada de esos mismos matutinos cual dioses del Olimpo.

 

 

La reacción de Messi dio para todo. Desde un repentino merchandising que incluyó tazas y remeras que se ofrecían por Mercado Libre con la inscripción de la frase “Qué mirás, bobo” hasta los más ocurrentes memes y melodías, pasando por innumerables espacios en la prensa y minutos valiosos de radio y televisión que había que llenar con algo.

 

Nunca se vio tanto análisis de la Selección Argentina hecho por gente que, en su gran mayoría, es ajena al fútbol. Puntos de vista, deportivos, sociales, humanísticos y hasta políticos, se han vertido en las redes sociales tras cada paso que dio la Selección en este raro mundial de fútbol, y en especial, lo que acontecía alrededor de Lionel Messi. Veré qué sale de todo este enjambre porque se me mezclan un montón de cosas que me vienen a la mente. Trataré de ser ordenado.

 

Odiamos a Messi. Amamos a Messi

Está claro que esta versión 2022 de Messi solo se compara con el de hace algunos años (y algunos técnicos atrás) respecto a su calidad futbolística. Personalmente, soy de los que resistían a Messi en otros tiempos, cuando parecía que no le ponía a la Selección lo mismo que hacía abundar en el Barcelona. Hoy, con sus 35 años, lo estoy disfrutando como nunca antes y aunque no salga campeón con la Selección, lo seguiré bancando. Pero esto que digo es netamente desde una mirada futbolera. La cuestión es que hoy, se ve a antiguos detractores de Lio, endiosándolo por una suerte de exabrupto (vaya ofensa eso de “bobo”) como pretendiendo que por eso, Messi ya se convirtió en el nuevo Maradona, al que no le importaba las consecuencias de sus palabras ni los heridos que dejaba en el camino luego de cada desatino que cometía. Idiotez marca cañón la de los que antes decían que Messi era un pecho frío solo porque no se comportaba como Maradona. ¿De verdad creen que por una calentura en medio de un partido de alto voltaje van a transformar a Messi en un revolucionario? ¿Por qué no lo dejan ser Messi, lo disfrutan y ya?




 Párrafo aparte merecen los que se rasgan las vestiduras por las gastadas de los jugadores argentinos contra los holandeses, como si los naranjas fueran carmelitas descalzas. Si vamos a cuestionar, cuestionemos a todos o banquemos que las cosas del fútbol quedan en la cancha y se terminó el asunto.

 

La política y los medios miserables

Por supuesto, en un mundo tan politizado, no podía faltar esta mirada en torno al 10. Y los medios de comunicación que incomunican han hecho lo suyo.




Siempre tildé de antiperiodismo a uno de los diarios más despreciables que existen actualmente: Página/12 (obviamente, según mi punto de vista y no pretendo que estén todos de acuerdo). Pero creo que hoy puedo sumarle un par de matutinos más a la lista, porque tanto desde La Nación como desde Clarín, se han ocupado de embarrar la imagen de los jugadores de la Selección –particularmente la de Messi- de una manera que solo me deja una lectura: la miserable grieta política. Es sabido que al endeble gobierno que virtualmente está acabado cuando aún falta un año para las elecciones, mal no le vendría que Argentina salga campeón, por esto de la anestesia de la que tanto hago referencia en mis posteos. Al parecer, la secta gobernante cree que si la Selección gana la Copa, el festejo va a durar cuatro años y la gente “boba”, los va a votar solo porque obtuvimos una alegría futbolera. Un insulto a la inteligencia del votante, lo mismo que los medios que son capaces de ensuciar a un grupo de deportistas solo por eclipsar cualquier posibilidad de que un triunfo de Messi y compañía le sirva al Gobierno para sobrevivir en el año que le queda. Miserables. Unos y otros.

 

En el medio, la gente

Siempre, siempre, siempre, en el medio de toda discusión, lo que hay es gente. Y mientras unos pocos se benefician sacando tajada de la división de la sociedad, cualquiera sea la causa, el mayor porcentaje de habitantes de nuestro suelo seguirá viviendo, luego del 18 de diciembre, la misma realidad que nos golpea a todos los argentinos: la falta de trabajo, la pobreza, la indigencia, la inseguridad, la inflación, la corrupción, la injusticia… Que un eventual triunfo deportivo no sea el árbol que tapa el bosque. Ojalá no caigamos en las garras de quienes pretenden anestesiarnos con el moderno circo romano para no ver la realidad que vivimos. No seamos “bobos”.

sábado, 17 de septiembre de 2022

Contracorriente: chicas, llegó la hora de defender la causa masculina



La periodista Claudia Peiró es mujer y además, se autopercibe mujer, algo que suena ridículo al escribirlo, pero que hoy empieza a verse como una aclaración necesaria a la hora de abordar temas espinosos como éste. 

Peiró reivindica la causa de los hombres, tan maltratados por este feminismo al que ella califica como “andrófobo”, es decir, el rechazo al hombre y todo lo relacionado con él por el simple hecho de ser… hombre.

Disfruten de este escrito publicado en el diario Infobae, en el que la periodista describe y desgrana algunas de las más desopilantes posturas del feminismo de tercera ola.


Por Claudia Peiró (*)


Esta columna nada contra la corriente. La superficial, la de mucha espuma y mucho ruido. Abajo, en lo profundo, somos legión las mujeres que no comulgamos con el feminismo andrófobo de hoy

Lo que sigue es una ampliación de mi última newsletter, Contracorriente, donde analizo la permanente deconstrucción de nuestra cultura. El feminismo de tercera ola es una herramienta de esa deconstrucción.


Es un feminismo andrófobo (“El violador eres tú”). Su principal hipótesis de conflicto es la guerra de sexos. El género es la medida de todo, el único criterio de análisis y de valoración, para exaltar o denostar cada cosa que sucede. El binarismo que niegan en la biología -no se nace mujer, el sexo es “asignado”- lo postulan en todo lo demás: la calidad de una actividad política, profesional, intelectual o social depende en primer lugar, cuando no exclusivamente, del cupo femenino. De la presencia o no de mujeres.


Lo implícito en esta premisa es que sólo las mujeres pueden representar a las mujeres. Es el apartheid sexual.


El dogma feminista atribuye todas las cualidades a la mujer y todos los defectos al varón. El hombre es el predador de la mujer. Y esta visión se proyecta al pasado. El feminismo sustituyó la lucha de clases por la lucha de sexos como clave interpretativa de la historia.


De paso, niega en bloque todo el aporte de los varones a la igualdad y a la emancipación femeninas. Un solo dato: en 1919, cuando todavía la mujer no votaba en ningún país, el papa Benedicto XV pidió el voto femenino. Un precursor.


Negando la historia y mintiendo sobre el presente, se acusa al varón de ser el obstáculo a los logros femeninos. Si todos los hombres fueran machistas, violadores o femicidas en potencia, jamás se hubiera aprobado el voto femenino o el cupo en los parlamentos que ellos dominaban.


En función de la Ley Micaela (27499, de enero de 2019), legisladores y funcionarios públicos deben asistir a los cursitos de género que dicta el Ministerio de la Persona Gestante. Quieren hacerlo obligatorio para todos porque el dogma lleva al autoritarismo y al adoctrinamiento. Digo cursitos por lo precarios. Allí se dice que el Patriarcado existe desde hace 6000 años. La autoridad la ejercía el varón. El “colectivo” femenino dominado y explotado se completaba con los gays, las lesbianas y los trans. Todo en un mismo paquete. Tengo una pregunta algo molesta para “ellas”: cuando los homosexuales eran discriminados, ¿sólo lo eran por los varones? ¿Las mujeres no discriminaban? Se llevarían muchas sorpresas…

Cleopatra, uno de los tantos símbolos del poder femenino a lo largo de la historia


Nunca en la historia ocuparon las mujeres posiciones de poder, dicen las capacitadoras de género. La mujer no existía en el pasado. Ya escribí sobre este mito de la invisibilización de la mujer en la historia, algo que, como toda falsa hipótesis lleva a inventar lo que no existe y a negar lo que efectivamente sucedió. ¿Qué hacemos por ejemplo con una Cleopatra, mucho más inteligente políticamente que su hermano varón, al que se enfrentó, aliándose con Julio César? Ya desde la Biblia queda registrado el protagonismo de las mujeres. ¿Cómo se explica el poder que tuvieron en la Edad Media mujeres como Leonor de Aquitania, Catalina de Medici, Isabel I de Inglaterra o la propia Isabel la Católica, cuya cabeza política privilegiada marcó la impronta de la civilización hispanoamericana?


Postular que, a lo largo de los siglos, el estatus de la mujer fue siempre el mismo es simplemente ignorancia.


A los partidos de izquierda, que hoy sólo juran por el feminismo y el género, habría que preguntarles si la acumulación primitiva de capital la hizo el género masculino explotando al femenino. A lo mejor eran las mujeres las que acarreaban las piedras para construir las pirámides y otros edificios monumentales, las que servían en los barcos y remaban en las galeras, las que bajaban al socavón para extraer los minerales y las que iban a la guerra.


El Patriarcado, según el Ministerio de la Mujer y etcéteras, tuvo además una “dimensión genocida”, es decir que los varones se dedicaron por 6 mil años a aniquilar a las mujeres. Cabe pensar que se distraían parcialmente de esta ocupación cuando estaban guerreando por ahí, dado que al frente y a la trinchera siempre iban ellos, los privilegiados.

El servicio militar obligatorio, otro de los "privilegios" del patriarcado que el feminismo nunca reclamó


En Argentina, durante casi un siglo, todos los varones estaban obligados a un año de servicio militar (dos, si les tocaba la Marina). No escuché jamás a las feministas de los 60 y 70 -será porque eran pocas- reclamar su derecho a hacer el servicio militar. Y no escucho a las de ahora reconocer esa realidad.


En las estadísticas que esgrimen para quejarse de estar poco representadas en ciertas profesiones y sectores de actividad -aunque hoy nada impide a la mujer estudiar y ejercer cualquier oficio- nunca hablan de la recolección de basura, por ejemplo. No hay duda de que hay ocupaciones con mayor presencia masculina y otras con mayor presencia femenina, pero eso responde a razones culturales y también biológicas. No toda diferencia es desigualdad.


En Francia, la diputada Sandrine Rousseau, ecofeminista, que tuvo su minuto de bochorno mundial cuando propuso “cambiar la mentalidad para que comer un bife a la parrilla no sea un símbolo de virilidad”, también quiere tipificar como delito la desigualdad en el reparto de tareas domésticas. O sea, el crimen de no lavar los platos.

Los trabajos domésticos que hace el hombre, tampoco son remunerados


Acá viene la lloradera por todo el trabajo no remunerado que hace la mujer en el hogar. Más allá de que las costumbres han cambiado mucho, de que es algo difícil de medir y de que la contrapartida de esto es que los varones trabajan (fuera del hogar) en promedio más horas que las mujeres, pregunto: cuando un hombre lava el auto, hace arreglos de plomería, electricidad o carpintería, pinta la casa, corta el pasto, ¿no es trabajo doméstico no remunerado?


Hablando de lloradera -el feminismo actual es plañidero-, la nueva polémica es por quién paga la cuenta. Las feministas pasaron de ofenderse por las atenciones de un varón (abrir la puerta, ceder el paso, no son manifestaciones de caballerosidad sino de paternalismo o subestimación) a decir que ellos les tienen que pagar el café porque ganan un 30 por ciento más...


Esa es la otra gran mentira de estos tiempos: la brecha salarial de género. Ríos de tinta bien pagada corren todos los días para sustentar esta mentira. No existe en la Argentina -y posiblemente en todo Occidente- ningún rubro de actividad en el que se le pague menos a una mujer por hacer el mismo trabajo que un varón. Es inconstitucional. El salario se rige por convenios colectivos en los que el sexo de la persona no tiene nada que ver. Sí existe otra brecha salarial: la que hace que un médico -y una médica- gane poco más de 100 mil pesos teniendo 10 años de experiencia en un hospital bonaerense, por poner un ejemplo. Ni hablar de la brecha salarial que separa a un maestro de un diputado. Pero de esa brecha mejor no hablar. Porque, señoras, la perspectiva de género es la coartada, la tapadera ideal de los políticos inútiles, que crean una dirección o secretaría o ministerio de la mujer, y luego siguen con sus mediocres gestiones.


El varón nace privilegiado, las tiene todas consigo, afirma la androfobia feminista. Ya sabemos que no lo afecta la pobreza. Tampoco la desocupación, la injusticia o la inseguridad.


Nacer mujer es una suerte de maldición, pero nacer varón es un pecado. Un delito. El varón es a priori culpable de cualquier cosa de la que lo acuse una mujer porque el “yo te creo, hermana” se ha vuelto dogma en muchos juzgados al punto de barrer con pilares de la institucionalidad y la seguridad jurídica como el principio de inocencia. Ellos son a priori culpables y ellas, inocentes. Muchos jueces, temerosos de las represalias del colectivo feminista, equiparan la denuncia de una mujer a una prueba.


Al varón se lo acusa de todo: desde el capitalismo hasta el calentamiento global. Los varones contaminan más, por esa enojosa costumbre de hacer asados.


La masculinidad es tóxica, ya lo sabemos. Hace poco, la American Psychological Association (APA) declaró a la “masculinidad tradicional” como “dañina”. Una peste. Y fíjense cuáles son las características de esa disease según la APA: el estoicismo, la competitividad, el dominio y la agresividad. Horrible. Pero además pregunto: ¿no hay mujeres estoicas? ¿No las hay competitivas, agresivas?


Eso sí, varones, algo les queda: la APA los anima a abrazar los aspectos positivos de la masculinidad tradicional: el liderazgo y el valor. Qué raro que consideren que estos valores son exclusivamente masculinos. Féminas, quéjense a la APA.

Existe una andanada de literatura feminista que solo alimenta la androfobia


Los franceses no se quedaron atrás, y convirtieron el último Día de la Mujer en un Día contra el Varón. France Inter, la radio pública, anunció el 8 de marzo de 2022 que la masculinidad es muy costosa y le dio difusión a un libro feminista cuyo título lo dice todo: “Costo de la virilidad: lo que Francia ahorraría si los hombres se comportasen como mujeres”... Sin comentarios.


La heterosexualidad también está en la mira del feminismo andrófobo. No es natural, dicen. “¿Cómo puede alguien seguir siendo heterosexual?”, era el título de una reciente columna de Maia Mazaurette, autora de la crónica sobre sexo del diario Le Monde.


No es joda. En España, Beatriz Gimeno, presidente del Instituto de la Mujer en los años 2020 y 2021, decía que el lesbianismo es la verdadera liberación femenina, y que “la heterosexualidad no es la manera natural de vivir la sexualidad”.


En el sexo, la penetración es denostada, casi un acto contranatura, el primer gesto patriarcal de dominación de la mujer por el hombre. Parece broma, pero a estos “estudios” se dedican horas cátedra, becas, subsidios, publicaciones…. El género es un lindo curro.


Hay un hartazgo del feminismo actual. Acá y en el mundo. Lo sé porque sigo las opiniones de muchas feministas históricas, las de los años 60-70, y por la reacción de muchas lectoras ante las notas en las que me he expresado en ese sentido o donde he recogido opiniones análogas de otras personas.


Muchas mujeres no nos reconocemos en una corriente que ha convertido al feminismo en un combate contra el sexo opuesto, acusado de todos los males y condenado sin juicio.


Cada vez somos más las mujeres que estamos cansadas de que en nuestro nombre se promuevan políticas, cargos, ministerios, secretarías, direcciones, centros de estudios, maestrías y hasta doctorados, para luchar contra cosas que no existen mientras la sociedad de la cual somos parte, y en la cual trabajamos, luchamos y creamos codo a codo con los varones, se degrada en todos los planos: laboral, educativo, de seguridad, de convivencia…

Bebe, la autora del hit "Malo", se despachó contra el feminismo actual y no ocultó su hartazgo al calificar a las feministas de hoy como "descerebradas"


Voy a cerrar esto con el mensaje de otra mujer, a quien nadie puede sospechar de no estar a favor de su género, pues es la autora de una tremenda canción (“Malo”), un hit, el himno por excelencia contra la violencia doméstica. En marzo de 2021, con motivo del Día de la Mujer, la cantante española Bebe impactó al mostrar su hartazgo del feminismo de hoy: “Feliz día a todas las mujeres que desde hace muchos años hicimos el camino para que un montón de descerebradas se lo encontraran todo hecho y pudieran salir a gritar que quieren volver solas y borrachas a casa”. Y siguió: “Feliz día a las mujeres que sabíamos que podíamos ser iguales sin odio, que estudiamos y trabajamos codo a codo con compañeros”


Para el final, otra frase de Bebe, que lo dice todo: “Se está sacando un poco de madre el significado real de lo que es feminismo, ahora parece que está mal nacer hombre”.

Sí, chicas, llegó la hora: defendamos la causa del varón.


(*) Claudia Peiró es periodista de Infobae.

Link del artículo aparecido en Infobae: https://www.infobae.com/opinion/2022/09/17/contracorriente-chicas-llego-la-hora-de-defender-la-causa-masculina/