jueves, 29 de diciembre de 2022

El progresismo, el conservadurismo y la absurda guerra contra los dibujos animados

Hubo un par de episodios, no tan recientes, en esta instalada lucha entre el progresismo recalcitrante que a toda costa quiere imponer lo suyo, y el conservadurismo al que, si bien le tengo simpatía en muchas cosas, hay formas en las que no se diferencia en nada a la cultura que quiere combatir. Así que, vengo meditando y salió este escrito que me hará poner en contra a ambos sectores ideológicos. Como dicen algunos en las redes sociales: “vengan de a uno”.

 

 

Sostener una determinada postura respecto de algunas ideologías que se intentan imponer en la sociedad, no significa que se esté de acuerdo con las metodologías implementadas para “combatir” ese avasallamiento que existe por parte de los sectores que pretenden que el mundo funcione como ellos quieren o sino, serás tildado de intolerante.

Es sabido que los medios de comunicación son una influencia para los seres humanos. Estar expuestos ante la pantalla hace que nos formemos opinión sobre determinados asuntos de la vida cotidiana. Y hay quienes dicen que la gente puede alterar su conducta de acuerdo a la influencia de aquellos programas de televisión, películas o videojuegos que consume diariamente.

Recuerdo un episodio de la famosa serie “La Ley y el Orden”, donde un criminal había quedado absuelto luego que su abogado argumentara que su conducta había sido alterada por haber estado expuesto por años a películas y videojuegos violentos. Absurdo, ¿no? Sin embargo, el extremismo progre y conservador son capaces de declararle la guerra a un dibujo animado porque, según razonan, éstos pueden inducir  a los niños a tener comportamientos que van en contra de sus estándares.

A saber, dos ejemplos que ponen en tela de juicio el accionar de ambos sectores que, según su ideología, validan esta suerte de boicot contra algunas expresiones artísticas que se oponen a sus escalas de valores.

Pepe Le Pew, el acosador serial

Hace un tiempo, el feminismo radical se puso en pie de guerra contra un clásico dibujo animado con el que la mayoría de los adultos hemos crecido, mirando sus caricaturas en televisores en blanco y negro luego de regresar del colegio. Se trata de Pepe Le Pew, un zorrino bastante fastidioso que a toda costa quería robarle un beso a una gata a quien permanentemente confundía con una zorrina. ¿Cuál era el argumento en la búsqueda de censurar al fracasado zorrino que jamás pudo lograr su cometido? Que el zorrino Pepe era un acosador y que es un mensaje que no se puede dar a los niños. Por lo tanto, todo el mundo fue llamado a ejercer la dictatorial medida de la “cancelación”, como se le dice eufemísticamente en estos tiempos al acto de censura.

En la otra vereda tenemos al sector conservador, que emplea armas similares y argumentos idénticos, esta vez, para condenar un beso gay en “Lightyear”, una de las últimas películas de Pixar. El llamado a la conciencia de los padres era “prohibir” a sus hijos ir al cine a ver esta película porque se le está dando un mensaje donde se ve con normalidad el tema del homosexualismo.

Por un lado, la censura que quiere imponer el sector progre a un zorrino acosador, y por el otro, el boicot del sector conservador para que sus hijos no vean una película que hace apología de la homosexualidad a través de una escena que dura 5 segundos. Ambas medidas con un grado de intolerancia extraordinario y un insulto a la inteligencia de los padres, quienes supuestamente debieran actuar por el dictamen de quienes representan, de alguna manera, su pensamiento.

Me surgen varios interrogantes, cuyas respuestas podría tenerlas o podría consultarlas a algún profesional, pero los dejo aquí para que todos reflexionemos. Por otra parte, la pregunta pone en el paredón a los defensores de ambos sectores en pugna, los cuales evidentemente miden con distinta vara, dependiendo si la caricatura en cuestión representa o se opone a sus ideologías. Veamos:

"LightYear" y el famoso beso lésbico

¿Qué tipo de educación, contención y diálogo damos a nuestros hijos si tenemos miedo que miren una serie o una película porque “se van a convertir en acosadores” o “se van a hacer gays”?

¿Realmente creemos que un niño se convertirá en acosador por haber visto a Pepe Le Pew? ¿O se hará homosexual por haber visto un beso entre dos personas del mismo sexo en “Ligthyear”?

Que les ocultemos a nuestros hijos ciertas realidades como la homosexualidad o el acoso, ¿ayudará a que no caigan el día de mañana, de no mediar una educación con valores?

¿Nunca pensamos que la “prohibición” de algo, no produce más que curiosidad y ganas de cruzar esa línea que nos marcaron nuestros referentes con sus advertencias? ¿O que insta a la rebelión y de repente, transgredir esa prohibición me termina convirtiendo en un revolucionario?

Pienso y medito mucho respecto a estas cosas porque tengo dos hijos adolescentes, en plena etapa de desarrollos, cambios, procesos, autoconocimientos, crisis, etc. Y cuando me encuentro con este bombardeo en el que desde una red social me dicen lo que tengo que hacer con ellos, me hace ruido, porque siento alguna semejanza con aquello que tanto critico del sector progre, que hace lo mismo, pero contrariando mis valores éticos y morales. Entonces, así como me molesta que un progresista quiera censurarme porque mi fe le incomoda, también empiezo a sentir esa molestia cuando desde el conservadurismo me piden que no lleve a mi hijo al cine a ver tal o cual película, como si yo, como padre, no supiera qué es lo bueno para él.

Y esto no significa que uno se las sabe todas. Porque si como padres reconocemos nuestras falencias y precisamos ayuda, ¡no vamos a recurrir a Facebook! Claramente, acudiríamos a un profesional que nos oriente sobre qué camino seguir. Y lo haríamos voluntariamente, no porque desde una red social me lo impongan.

No prohibir a un hijo que vea una película con escenas que se oponen a nuestros valores, ¿equivale a incentivar a que la vea? Pienso, si eduqué a mis hijos con ciertos valores, ante el hecho de enfrentarse a un filme del que todo el mundo habla sin  haberlo visto, optaría por dos caminos: primero, la vería y le resultaría indiferente la escena del beso o, segundo, sabiendo que esa peli contiene mensajes contrarios a los valores con que fue educado, ni siquiera se interesaría en verla. Así de simple.

No hay comentarios:

Publicar un comentario