Cuando el fútbol es solo un medio para obtener un rédito personal o corporativo, no se puede hablar de amor a este deporte. Hace varios años ya, que el fútbol se convirtió en una mercancía de alto valor, que es funcional a todo. Y en esta Argentina devaluada, no es distinto al resto del mundo. Desde el hincha fanático enceguecido, pasando por el periodismo panqueque hasta llegar a la miserable clase política que es capaz de hacer uso de un eventual éxito futbolístico para aplacar un clima adverso, producto de las malas decisiones que dejaron a un país en ruinas.
Estamos en la víspera de tocar el cielo con las manos por tercera vez
(futbolísticamente hablando, claro está). La posibilidad de que Messi y
compañía regresen a la Argentina con la Copa no es descabellada. Argentina y
Francia llegan casi cabeza a cabeza a la instancia final. Solo una luz de
ventaja para los galos, si de números se trata: 13 goles convertidos contra 12
de Argentina, 5 triunfos y una derrota contra 4 triunfos, 1 empate y una
derrota de Argentina, y por si fuera poco, sus dos figuras, Mbappé y Messi, con
5 goles, queriendo llevarse ambos el balón de oro (no olvidarse que pegaditos
están Julián Alvarez y Giroud con 4 goles y pueden sorprender).
Hinchas… ¿de qué?
En estos tiempos donde todo pasa por las redes sociales, una de las
cosas que más pude apreciar en el mundo futbolero, y en especial, lo
relacionado con esta Copa del Mundo, es el odio al que hace las cosas bien y, por
ende, logra sus metas. Está claro que uno tiene sus jugadores favoritos y se
deja obnubilar por todo tipo de acrobacia que éstos hagan en el campo de juego,
pero… ¿es razón para defenestrar, criticar mordazmente y hasta ensuciar el buen
nombre de los otros futbolistas que, por alguna razón, no me resultan tan simpáticos?
Este Mundial nos regaló la posibilidad de ver a las figuras más rutilantes del
fútbol, empezando por Messi y Cristiano Ronaldo, a las claras, los dos
jugadores más influyentes del mundo, pero también está Mbappé, Neymar,
Levandowski, Modric, Suárez… solo faltaron Haaland y Zlatan para completar la
constelación. Y pienso, ¿por qué no disfrutamos de este espectáculo en vez de
destilar tanto odio hacia Messi, por ejemplo? ¿Qué hizo de malo Messi para que
existan grupos de Facebook con cientos de miles de seguidores idólatras de CR7 –muchos
de ellos, argentinos- que, más que ensalzar a su figura predilecta, ocupan
tiempo y renglones en lanzar un dardo tras otro contra la figura de Lio? Obvio,
la culpa no es de CR7 aquí, sino de esos haters del fútbol que, en vez de
disfrutar lo que tanto Messi como Cristiano nos regalan en la cancha, se ocupan
de denigrar al que, supuestamente, es su enemigo, con las peores bajezas que se
pueda imaginar.
Prensa panqueque
A los haters del fútbol se le suma otra tribu, más dañina aún que la
anterior, por su influencia y porque, supuestamente, son tipos serios,
informados y objetivos: los periodistas deportivos, que, según cómo venga la
mano, dan un discurso o cambian de opinión al día siguiente sin sonrojarse. Por
supuesto que hay honrosas excepciones, y son esos periodistas deportivos que le
hacen honor a la profesión. Varios de medios grandes y muchísimos de medios alternativos,
que en la humildad de sus webs, radios y canales locales intentan llevar
veracidad a sus oyentes y seguidores.
Cuando Scaloni asumió la dirección técnica de la Selección, pocos
creían en él (me incluyo). Pero, habíamos probado tanto, tuvimos a los técnicos
más encumbrados, y la realidad es que hace tres décadas que no ganábamos nada
importante. Entonces, el tema era esperar, ver qué señales nos daba Lionel
(Scaloni) en el ciclo que iniciaba como interino y que, a costa de triunfos y
de ese re-enamoramiento del público con la Selección, se fue quedando y ya
tiene garantizado su contrato hasta el Mundial 2026 (dicho sea de paso, la
mejor acción que hizo Chiqui Tapia desde que ese presidente de la AFA).
Ahora bien, ¿qué decía el periodismo argentino de Scaloni apenas
asumió, y cuando se jugaban los primeros partidos bajo su dirección? Hay un
lindo compilado que está circulando en Youtube, con extractos de comentarios
muy malintencionados de periodistas a los que les queda grande el puesto,
aunque son de renombre y larga trayectoria. ¿De qué se van a disfrazar de ahora
en más los que han vilipendiado al responsable de dirigir a la Selección? ¿Van
a tener la grandeza de decirle a su público que se equivocaron en su apreciación?
¿O seguirán en su tesitura justificando las palabras de ese entonces, como
suelen hacer siempre, para no quedar expuestos de que han pronunciado una
tropelía?
El mérito es solo de la Scaloneta
Más allá de cualquier resultado que se dé mañana, está claro que
Argentina va a festejar igual. Como en el ’90, como en 2014 (aunque ojalá el
festejo sea como en el ’78 o el ’86). Por todo lo que significó este ciclo, con
Copa América incluida, por esta especie de resurrección de Messi, que a sus 35
años está como el primer día y porque hoy, gracias a Scaloni, ya no tenemos a
Messi y 10 más, sino a un equipo + Messi. Ganar la Copa será la frutilla del
postre, pero mañana se festeja igual.
Entonces, no quisiera dejar de reflexionar sobre algo que, estoy segurísimo
que se dará así: la utilización política y el rédito partidario que querrán
sacar quienes aprovecharon este mes de adormecimiento mundialista para seguir
llevándose al país por delante.
No quisiera regalarle tantas líneas a este gobierno acabado, que
espera un triunfo argentino solo para seguir respirando, pero sí, creo, amerita
la advertencia de que no debemos dejar que se siga insultando la inteligencia
de la gente, pensando que un logro deportivo puede tapar la corrupción y la peor
gestión de gobierno desde que se restauró la democracia en la Argentina.
Debemos tener en claro que, ya sea el campeonato como el subcampeonato, será
logro único y exclusivo de la Scaloneta. No de la gente, no del periodismo
amarillo y mucho menos, del gobierno. Entonces, cuando se cumpla el ritual de
la recepción de los jugadores, ojalá el Obelisco, lugar emblemático de los
festejos deportivos de la Argentina, sea el centro de esa recepción, y no la
Plaza de Mayo.


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