sábado, 30 de julio de 2022

Gestos que perduran por la eternidad



La partida de Ulises genera conmoción. No era uno más, claramente. Ser el frontman de la banda cristiana de rock más popular de la Argentina, tiene su efecto.

 

Y en estas horas, en las que nos toca despedirlo, cuesta escribir cada palabra. Porque no se trata sólo de un prócer de la música, de quien uno pudiera lucirse con una necrológica de antología. Ulises fue uno más en el ambiente y su vida siempre estuvo llena de gestos que iban más allá de lo que podía hacer arriba de un escenario.

 

Por eso, hoy me corro de mi profesión. Me va a costar mucho hacer un racconto de su carrera, escribir hitos de su vida musical o rememorar viejos shows e innumerables ruedas de prensa de Rescate a los que he asistido. Así que me detendré en tres gestos personales con los que prefiero recordarlo.

 

El primero, allá por 1991, cuando no teníamos celulares que pudieran documentar cada cosa que uno hacía. Mientras yo daba mis primeros pasos en la radio, con un programa de trasnoche los días viernes, Ulises daba, también, sus primeros pasos en la música. Con Rescate venía trabajando en los detalles finales de “Puentes para madurar”, y el flaco se cruzó el mapa, desde su San Nicolás natal hasta Temperley, para hablar de su inminente disco. Fue una noche divertida, que compartimos también con Marcelo Mollo. Y fue el inicio de un lindo idilio música-medios. Cada recital de Rescate significaba una nueva cita que podía ser largos minutos de charla o un simple abrazo de “hola y chau” a las apuradas.

 

Ulises y mi hija, Agus


El segundo tuvo lugar en una plaza de Lomas de Zamora, año 2009. Rescate estaba en plena promoción del disco “Arriba!”, en cuya canción “Globos”, hacía mención de un episodio con su hija Agustina. Imagínense, cuando mi hija –también llamada Agustina- la escuchó, comenzó a tararear el estribillo. Esa noche, minutos antes de subirse al escenario, alzó en brazos a mi entonces pequeña hijita y la invitó a cantar con la banda para cuando tocaran esa canción. Algo que no pudo ser porque para ese momento, Agus ya estaba dormida en mis brazos mientras desde la tarima se escuchaba “La tarde está divina, jugar con Agustina…”.

 



Y el tercer gesto, lo menciono con mucho respeto y temor, ya que no quiero quedar en el centro de la escena, pareciendo autorreferencial. Y lo destaco porque tiene que ver con la forma en que Ulises ejerció su honra para con este servidor, haciendo cosas innecesarias, que a uno lo hacían sentir bien, pero entiendo que eran cosas que salían de su corazón. Tal vez era respeto, tal vez camaradería, no lo sé, y realmente, no me interesa saberlo, porque lo que hoy me llevo son esos inolvidables gestos. Como cuando fue el primero en lanzarse a escribir uno de los capítulos de mi libro, aun cuando éste era un proyecto y pocos querían jugarse a participar en algo que no se sabía si tendría futuro. O cuando se le ocurrían locuras como en aquella firma de discos donde, en complicidad con el resto de la banda, me alzaron en andas para gastarme una broma. O el que mencioné un párrafo más arriba, con mi hija. Cositas que uno se lleva en el corazón y que, en lo personal, claro está, superan la enorme colección de canciones que nos dejó como legado.

 

Hasta siempre, Ulises.

3 comentarios:

  1. Conmovedor tu comentario. Lamentamos la pérdida. Abrazo.

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  2. ¡Buenísima nota, Damián! La mejor manera de recordar personas son los momentos compartidos con ellos.

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  3. Tipos que dejan huella más allá de "producciones" son los que de verdad valen la pena. Esos que no necesitan "bombos y platillos" sino que son sirviendo. No conocí a Ulises personalmente, pero qué lindo escuchar a quienes tienen su huella.

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