Te puede gustar o no este periodista, podrás decir que opera contra el gobierno, etc, etc, pero esta catarsis de 20 minutos que Jonatan Viale hizo ayer en su programa, con motivo del indignante ninguneo que sufre la colectividad judía desde hace 28 años por parte de TODOS los gobiernos que hemos tenido, bien vale la pena oírla.
(Escuchalo aquí)
Son 28 años donde la
palabra injusticia ya queda chica, porque la impunidad gana terreno, y aún
peor, el encubrimiento de quienes debieran haber sido categóricos en la defensa
de la dignidad de tantos argentinos que dejaron la vida repentinamente en este
absurdo.
Un poco de cronología
Primero tuvimos un gobierno
envuelto en cosas raras que se cargó dos atentados en tres años, seguido por
otro gobierno de distinto color político, pero con una gran incapacidad de
gestionar nada.
Luego, el desastre
económico que amenazó con hacer olvidar todo, pero, llegaron los espejitos de
colores en 2003 y la promesa de que iba a haber justicia. Nada de eso pasó. Fueron
12 años oscuros, donde la impunidad y la corrupción se hicieron presentes y
donde los negocios de unos pocos pudieron más que las vidas de decenas de
argentinos que se apagaron a las 9.53 de ese 18 de julio de 1994.
Esos 12 años
estuvieron signados por la burla a las catástrofes, de toda índole, que se
llevaron vidas. Cromagnon, las inundaciones en La Plata, la tragedia del tren
del Sarmiento (cómo olvidar el sarcasmo de Cristina apenas días después, haciendo
uso de un humor tan desagradable como ella misma), y como cereza del postre, el
asesinato de Nisman (aunque todavía insulten la inteligencia de la población
diciendo que fue un suicidio… a otro perro con ese collar, infames).
Después, otro gobierno
en el cual se depositaron ciertas esperanzas de cambio, que trajera aunque más
no sea, algo de aire puro, que dejara que la justicia haga lo suyo, pero no. Al
presidente de turno no le convenía martirizar a su oponente por temor a que el
votante tuviera algo de conmiseración y se inclinara hacia la sospechosa de
siempre. Otro infame, que pensó que polarizar era prioridad, antes de
solucionar los problemas del país, gestados por 12 años de delirio.
Y hoy, ante el peor
gobierno –por lejos- desde que volvió la democracia, nos encontramos con un
genuflexo primer mandatario (o segundo, porque ya no se sabe qué lugar ocupa)
que un día habla del asesinato de Nisman en forma categórica, al día siguiente
dice que fue suicidio. Un día acusa a la jefa de la banda como instigadora de
ese crimen y hoy, cuando hace pareja presidencial con su, hasta hace tres años,
gran enemiga, habla de que el curso de la justicia dice que “fue suicidio”,
entonces, es suicidio. ¿Cómo confiar en un presidente que ante un hecho tan
sensible, tan grave, donde la cosa es blanco o negro, un día diga una cosa y al
otro día cambie el discurso? ¿Cómo entender a casi la mitad de un país que votó
a un esperpento que formó parte de lo peor de los gobiernos que tuvimos y hoy
se presenta como la solución a los problemas de los que él mismo fue parte?
Este país ya no da
para más. Está enfermo (creo que titulé así una nota de no hace mucho tiempo).
Ya está tan enfermo, tan anestesiado, que es casi inimputable, no tiene
reacción. No tenemos reacción. Nos hacemos los violentos en cosas
intrascendentes, pero vemos cómo esta devaluada clase política arruina el país
día a día y miramos por la tele, nos indignamos puertas adentro, insultamos un
poco y cuando llega la hora de votar, volvemos a elegir a los mismos a quien
insultamos unos meses antes. Si esta no es la radiografía de un país enfermo,
no sé lo que es…

No hay comentarios:
Publicar un comentario