viernes, 9 de septiembre de 2022

La viñeta del odio



En una nueva avanzada del Gobierno para adoctrinar a la población y decidir unilateralmente quién o quiénes son los responsables intelectuales del atentado a la vicepresidente, esta vez, se metieron con los niños.

 

Con un descaro muy propio del kirchnerismo cada vez que quiere imponer algo, desde el ministerio de educación de la Provincia de Buenos Aires se lanzó un “instructivo” para que los docentes abran debate en las aulas sobre el todavía confuso episodio acaecido en Recoleta.

 

Y recalco lo de “confuso”, porque aún la justicia no se expidió al respecto y la opinión pública está descreída de todo. Entonces, ¿cómo puede ser que quienes debieran estar ocupados por la educación de nuestros niños –y no por lo que sucede en la Justicia-, ya hayan decidido qué sectores son los culpables del supuesto atentado?

 

Tenemos un sistema educativo que se cae a pedazos. Niños que van a la escuela para comer y luego para estudiar. Alumnos que pierden valiosos días de clases porque dos por tres el Gobierno se las arregla para decretar algún feriado inútil, a costa de empobrecer un día más al país y embrutecer un día más al estudiantado. Falta de recursos económicos para que los edificios educativos sean un lugar digno para que los chicos habiten 5 horas por día. Docentes que tienen que sacar plata de sus bolsillos para comprar artículos que luego utilizan en clases. Feroz recorte en la educación mientras estábamos todos distraídos. Pero, eso sí, hay prioridad en ocuparse de redactar un manual de adoctrinamiento en el que los fanáticos del Gobierno ya decidieron quiénes son los culpables de que un desequilibrado saliera con un arma a querer provocar un magnicidio. Manual ilustrado por un humorista que hoy tiene cierta visibilidad solo porque es funcional a este gobierno, y que, penosamente, derrocha sus viñetas en una causa equivocada. En una causa que sigue engendrando odio.

Instructivo que le llegó a los docentes, con una ilustración poco disimulada y una serie de preguntas claramente direccionadas


 

La tergiversación de la palabra “odio” ya es intragable. No se puede decir “a” o cuestionar alguna de las irresponsabilidades y desatinos de este gobierno, sin que el mote de “odiador” sobrevuele por los aires. Pero ese mismo odio que dicen combatir, lo generan y se lo meten de prepo a los niños con preguntas retóricas que los llevan a relacionar la infame ilustración directamente con el incidente ocurrido en la puerta de la casa de CFK. ¿Cómo se lo llama a eso? Esa práctica nazi de adoctrinar niños en pos de una ideología política, debiera ser repudiada por los padres de los alumnos. ¿Dónde están esos padres?

 

¿Cuál es la necesidad de avasallar la mente de los niños con información para la cual aún no están preparados, porque lo que quieren en la escuela, primero, es un plato de comida o una taza de leche? El Gobierno y sus fanáticos viven en un mundo paralelo. De eso ya no quedan dudas. Y creo que la alienación de las mentes de las personas que siguen como robots a esta caterva de dirigentes, ya no tiene vuelta atrás. Ahora, lo preocupante es la pasividad de una oposición llena de inútiles que solo cuentan los días para que lleguen las próximas elecciones, las cuales seguro ganarán porque este gobierno ya está terminado, pero… ¿para qué las quieren ganar? ¿Para seguir con la misma tónica? ¿Para dilapidar otros cuatro años como hizo en el ciclo 2015-2019 y provocar que regresen como salvadores los mismos que le dejaron el país destruido cuatro años antes? ¿Para seguir negociando con el kirchnerismo con el típico pacto “no te molesto pero déjame gobernar”?

 

Por otro lado, es alarmante también la pasividad de la gente de a pie, la que trabaja, la que día a día sufre los atropellos de un gobierno que, ante su inutilidad para generar recursos y fuentes de trabajo, solo aumenta impuestos e inventa tasas nuevas porque no se les cae una idea y lo más fácil es seguir exprimiendo a los de siempre. Entendiendo que esos de siempre son la gente que no quiere generar conflictos, que no tiene tiempo de ir a cortar una ruta, sino que ante una nueva bofetada del Estado, busca la alternativa para salir por otro camino. Y así está la clase productiva, siempre ocupada en producir para que el Estado se lleve todo en impuestos, y no tiene tiempo de esgrimir una tibia protesta ante los diarios atropellos de un gobierno siniestro.

 

Pero un día, la paciencia se va a acabar. Todo tiene un límite y, como alguien dijo alguna vez, falta poco para la rebelión de los mansos…

 

PD: Es muy probable que por haber dicho esta última frase, sigan el manual y me tilden de “odiador” y “golpista”.

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