En una nueva avanzada del Gobierno para adoctrinar a la población y decidir unilateralmente quién o quiénes son los responsables intelectuales del atentado a la vicepresidente, esta vez, se metieron con los niños.
Con un descaro muy propio del kirchnerismo cada vez que quiere imponer
algo, desde el ministerio de educación de la Provincia de Buenos Aires se lanzó
un “instructivo” para que los docentes abran debate en las aulas sobre el
todavía confuso episodio acaecido en Recoleta.
Y recalco lo de “confuso”, porque aún la justicia no se expidió al
respecto y la opinión pública está descreída de todo. Entonces, ¿cómo puede ser
que quienes debieran estar ocupados por la educación de nuestros niños –y no
por lo que sucede en la Justicia-, ya hayan decidido qué sectores son los
culpables del supuesto atentado?
Tenemos un sistema educativo que se cae a pedazos. Niños que van a la
escuela para comer y luego para estudiar. Alumnos que pierden valiosos días de
clases porque dos por tres el Gobierno se las arregla para decretar algún
feriado inútil, a costa de empobrecer un día más al país y embrutecer un día
más al estudiantado. Falta de recursos económicos para que los edificios
educativos sean un lugar digno para que los chicos habiten 5 horas por día. Docentes
que tienen que sacar plata de sus bolsillos para comprar artículos que luego
utilizan en clases. Feroz recorte en la educación mientras estábamos todos
distraídos. Pero, eso sí, hay prioridad en ocuparse de redactar un manual de
adoctrinamiento en el que los fanáticos del Gobierno ya decidieron quiénes son
los culpables de que un desequilibrado saliera con un arma a querer provocar un
magnicidio. Manual ilustrado por un humorista que hoy tiene cierta visibilidad
solo porque es funcional a este gobierno, y que, penosamente, derrocha sus viñetas
en una causa equivocada. En una causa que sigue engendrando odio.
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| Instructivo que le llegó a los docentes, con una ilustración poco disimulada y una serie de preguntas claramente direccionadas |
La tergiversación de la palabra “odio” ya es intragable. No se puede
decir “a” o cuestionar alguna de las irresponsabilidades y desatinos de este
gobierno, sin que el mote de “odiador” sobrevuele por los aires. Pero ese mismo
odio que dicen combatir, lo generan y se lo meten de prepo a los niños con
preguntas retóricas que los llevan a relacionar la infame ilustración
directamente con el incidente ocurrido en la puerta de la casa de CFK. ¿Cómo se
lo llama a eso? Esa práctica nazi de adoctrinar niños en pos de una ideología
política, debiera ser repudiada por los padres de los alumnos. ¿Dónde están
esos padres?
¿Cuál es la necesidad de avasallar la mente de los niños con
información para la cual aún no están preparados, porque lo que quieren en la
escuela, primero, es un plato de comida o una taza de leche? El Gobierno y sus
fanáticos viven en un mundo paralelo. De eso ya no quedan dudas. Y creo que la
alienación de las mentes de las personas que siguen como robots a esta caterva
de dirigentes, ya no tiene vuelta atrás. Ahora, lo preocupante es la pasividad
de una oposición llena de inútiles que solo cuentan los días para que lleguen
las próximas elecciones, las cuales seguro ganarán porque este gobierno ya está
terminado, pero… ¿para qué las quieren ganar? ¿Para seguir con la misma tónica?
¿Para dilapidar otros cuatro años como hizo en el ciclo 2015-2019 y provocar
que regresen como salvadores los mismos que le dejaron el país destruido cuatro
años antes? ¿Para seguir negociando con el kirchnerismo con el típico pacto “no
te molesto pero déjame gobernar”?
Por otro lado, es alarmante también la pasividad de la gente de a pie,
la que trabaja, la que día a día sufre los atropellos de un gobierno que, ante
su inutilidad para generar recursos y fuentes de trabajo, solo aumenta
impuestos e inventa tasas nuevas porque no se les cae una idea y lo más fácil
es seguir exprimiendo a los de siempre. Entendiendo que esos de siempre son la
gente que no quiere generar conflictos, que no tiene tiempo de ir a cortar una
ruta, sino que ante una nueva bofetada del Estado, busca la alternativa para
salir por otro camino. Y así está la clase productiva, siempre ocupada en
producir para que el Estado se lleve todo en impuestos, y no tiene tiempo de
esgrimir una tibia protesta ante los diarios atropellos de un gobierno
siniestro.
Pero un día, la paciencia se va a acabar. Todo tiene un límite y, como
alguien dijo alguna vez, falta poco para la rebelión de los mansos…
PD: Es muy probable que por haber dicho esta última frase, sigan el
manual y me tilden de “odiador” y “golpista”.


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