sábado, 11 de junio de 2022

Si se trata de transparentar algo, ya sabemos quiénes votarán en contra



El peronismo siempre actuó en bloque. Salvo alguna excepción donde la conciencia podría llegar a pesarle un poco a algunos legisladores peronistas (caso aborto, por ejemplo), en casi todas las leyes que se debaten en el Congreso, el peronismo votó de forma unánime de acuerdo a los intereses del partido, que no necesariamente son los intereses del pueblo.

 

Se podría decir que la independencia, la libertad de pensamiento, la capacidad de votar acorde a sus valores o puntos de vista individuales, no es prerrogativa de los legisladores de este espacio que, más que un partido político, se asemeja a una secta. Y no lo digo en términos peyorativos, sino en vistas de lo antedicho, donde nadie en el cuerpo legislativo puede expresarse de manera distinta a la que dicta la gurú de turno. O si lo hacen, quedarán expuestos a su ira divina.

 

En la noche del miércoles 8 de junio, se debatía en la Cámara de Diputados, un sustancial cambio en el obsoleto sistema de sufragio. El sistema de boleta única era el centro de la discusión entre un bloque que buscaba transparentar el proceso de elecciones y otro que, lamentablemente, demostró que pretende seguir con una modalidad arcaica y llena de elementos facilitadores de corrupción. (Antes que nada, no estoy queriendo decir que la oposición sea transparente. Es evidente que la idea que proponen es sana para la democracia, pero como todo es política, se cae de maduro que pusieron en el tapete esta discusión porque saben bien que la mayoría de los argentinos queremos más transparencia en esto. Ergo: este debate es una movida política más que una sana intención de mejorar el sistema electoral).

 

A diferencia de muchos opinadores de las redes sociales, no soy un colegiado constitucionalista como para opinar como tal, pero sí soy un votante que contempla, cada dos años, los vicios de una forma de votar que ya pide cambio hace rato. Así que mi opinión va como la del ciudadano común que cumple su deber cívico.

 

Todos estamos de acuerdo en que el sistema de Boleta Única hace que una jornada electoral se vea con mayor transparencia; no hay demasiadas discusiones al respecto entre la gente de a pie. Pero también hay otras bondades que nos regala esta forma de votar. A saber:

 

-Facilita que el votante identifique bien el candidato que quiere votar, marcando sencillamente con una cruz el casillero de su elección.

-En el caso del cuerpo legislativo, se acabarían las listas sábanas que tanto criticamos por estar viciada de nombres poco idóneos para la función, pero como están ubicados en el 5to, 8vo o 13er lugar de la lista de mi partido favorito, le pongo mi voto a un perfecto desconocido que, tal vez, tenga prontuario en vez de currículum.

-Los candidatos a esos puestos que, muchas veces son testimoniales, se verían obligados a levantar su perfil para que los potenciales votantes tomemos debida nota a la hora de votarlos… o no.

-Ni hablar de la considerable disminución del costo de las elecciones, que se va, mayormente, en la descomunal impresión de millones de boletas cuyo 70% tienen como destino un cesto de basura o, a lo mejor, una parrilla que necesita papel para ayudar a prender el fuego (siempre y cuando haya un asado que poner allí). Hagan cálculos, si se presentan 6 partidos a elecciones, como la última vez, en lugar de imprimir 34 millones de boletas de cada partido (tal el número de votantes de las últimas elecciones), lo cual totalizaría más de 200 millones de boletas, se imprimirían solo 34 millones de boletas que contengan las caritas de los 6 candidatos, uno de los cuales tendrá nuestra crucecita. Hagan el mismo cálculo, pero en pesos. No les alcanzaría el visor de la calculadora de tantos ceros.

-De rebote, hasta se le haría un bien a la ecología, dado que se reduciría considerablemente el uso de papel.

-Tendríamos una ciudad más limpia, porque casi no habría posibilidad de ver boletas tiradas en el piso.

-Los partidos minoritarios se verían en condiciones más equitativas, dado que no peligraría la falta de boletas. De este modo, el candidato del partido mayoritario se vería en la misma cantidad de boletas que el candidato del partido de menor caudal de votos.

-Las alianzas que tejen algunos partidos chicos, tampoco se vería en peligro, como pasó en elecciones recientes, en las que se contabilizaban votos municipales pero no el voto provincial o nacional del partido al que las agrupaciones comunales apoyaban.

-El votante tendría la libertad de votar a quién quiere, y no a quien el partido le imponga en una lista sábana. Se acabarían las negociaciones turbias de personajes que transan con partidos políticos a cambio de un lugar en un Concejo Deliberante, por ejemplo.

 


Hecha esta incompleta enumeración de cosas favorables para la transparencia del sistema electoral, -algo que todos los argentinos de bien queremos-, ¿cómo es posible que la totalidad de los diputados peronistas haya votado en contra? ¿Hasta cuándo los argentinos vamos a hacer la vista gorda cuando el peronismo, a cada paso, da sobradas muestras de que lo único que le interesa es el poder por el poder en sí mismo, para lograr riquezas e impunidad? Y que no les interesa nada que ponga en riesgo su continuidad allí, donde sus representantes están atornillados, ya sea en una banca comunal, en el Congreso, en la municipalidad o en la mismísima Casa Rosada.

 

Salvo algún que otro detalle o ajuste, la boleta única es lo mejor que le puede pasar al sistema electoral para ser más transparente, económico, funcional y ágil. Pero… el peronismo le vota en contra. Todo el peronismo. Porque ningún legislador tiene bien puestas sus agallas como para pensar lo contrario y votar en consecuencia. Son cómplices o cobardes. Una de dos.

 

Párrafo aparte merecen los legisladores de la siempre improductiva e inútil izquierda, que se abstuvieron por no darle el gusto a la oposición, pero tampoco quedar pegados al oficialismo nefasto que rechaza todo tipo de acción que genere transparencia y honestidad. La izquierda está siempre en contra de todo y de todos, y a favor de nadie, ni siquiera de ella misma, dado que un sistema así pondría en igualdad de condiciones a los partidos minoritarios como los que la izquierda representan. Pero, bueno, no se les puede pedir lucidez a los impulsores de las ideas más inverosímiles e inviables que existan.

 

Por último, y para que no nos ilusionemos demasiado con que se apruebe este proyecto. En el Senado, difícilmente lo aprueben, pero de ser así, quien hace de presidente, ahí sí, impondrá su autoridad para vetar la ley. Ya lo dejó entrever en un par de declaraciones. Por supuesto, nada que atente contra los intereses del oficialismo debería avanzar. Nada que logre transparencia y credibilidad en el pueblo debiera concretarse. Ningún argumento que sirva, a futuro, para fortalecer las instituciones, podría prosperar. Si no, esto no sería peronismo.

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