lunes, 20 de junio de 2022

Catarsis de una docente


¿Es el caso de una maestra barilochense? ¿Es, tal vez, un caso aislado de una escuela rionegrina? ¿Es un muestreo de parte la comunidad educativa? ¿O es un sistema viciado que ya no da para más?

 

O nos hacemos cargo de nuestras decisiones (educar desde casa con valores para que nuestros hijos vayan a la escuela con interés de adquirir otros conocimientos, hacer que nuestros hijos se espejen en ejemplos valederos de trabajo, superación y deseos de engrandecer la Patria, hablar con ellos sobre lo que quieren hacer de sus vidas en el futuro, votar gobiernos que hagan de la educación una prioridad y no un foco más de ideologización, etc.) o seguimos siendo cómplices de un sistema de valores alicaído. De nosotros depende.

 

La siguiente, es una transcripción de una catarsis realizada por una docente rionegrina con tres décadas de experiencia, quien desde sus redes sociales escribió algo que no pasó inadvertido y que fue levantado por varios medios locales. Este es solo un intento de expandir un poco el pensamiento de esta maestra que, seguramente, no es la única que padece algo así.

 


Catarsis



"No quiero hacer nada, profe. No quiero leer ni aprender nada. No me interesa su clase".

"Ni se gaste en llamar a mis viejos, no van a venir".

"No tengo idea qué pidió, profe".

"No tengo hojas ni birome. No puedo copiar".

 

Me cansé de formar parte del sistema educativo rionegrino, argentino. Me cansé de ser funcional a un sistema que promueve la defensa de la mediocridad, del no saber, de mantener a jóvenes que no estudian, de egresar a jóvenes a quienes no se les ha enseñado más que a "zafar".

 

Me cansé de ser maltratada por muchos jóvenes desde su desgano, su apatía, su abulia, sus palabras groseras, su lenguaje sexista y plagado de vocablos soeces. Me duele su desinterés. Me anula su soledad. Me quiebra el alma tanta falta de un adulto que acompañe al niño a crecer.

 

Me cansé. Me harté. No es culpa de los jóvenes su desinterés ni la falta de compromiso. Los adultos nos hemos estado ocupando en querer ser "for ever young" en vez de criar con amor, compromiso social, empatía a nuestros hijos. El Ministerio de Educación dejó de cuidar el conocimiento hace tiempo; maquilla el rostro de la ignorancia. Tenemos mucho Face y poco Book.

 

Las aulas son el reflejo de nuestra sociedad. Las conductas de egoísmo, crueldad, irresponsabilidad de los individuos se ven a diario y son avaladas por Resoluciones Ministeriales que solo buscan mantener la matrícula con el fin de contar con muchos egresados mintiendo (nos) al Estado. Los egresados del Nivel Medio poseen escasos conocimientos. Muchos maestros, también.

 

Mi emoción es la pena de unos cuantos colegas más. Mal de muchos, consuelo de tontos. Soy tonta. Muy tonta.

 

Hasta hace poco creía en el corazón del hombre, en que la revolución empezaba en el aula. Pero nos quedamos en la discusión boba, en opinar si ponemos o no la "e" para incluir, en decir "les pibes" para tener un discurso progre. Damos pena. No damos clase. Balbuceamos ideas. No construimos saberes. No revolucionamos nada.



 

¡Al carajo con tanta estupidez! La enseñanza trascendente, el poder social, el cambio óptimo para ser debe comenzar por el hacernos cargo de criar con seriedad y compromiso humano a los hijos que hemos engendrado. ¿Hasta cuándo vamos a seguir aceptando que un joven tenga autoridad sobre su padre, madre, maestra? ¿Cuándo perdimos el rumbo? ¿Cuándo dejamos de amar a nuestros hijos para permitirles que "hagan lo que quieran"? ¿Por qué la escuela acepta también ese juego macabro de cambio de rol y de poder? ¿Por qué nos cuesta aceptar y poner límites? El nihilismo ha triunfado con un martillo que ha destrozado todo pero que no sirve para construir un superhombre empoderado en valores altruistas. Al maestro se le pide ser ese ser capaz de resolver, aceptar, crear, recrear al joven, dotarlo de elogios sin exigirles nada. El maestro vive dentro del caos.

 

Me cansé, dije. Estoy muy cansada. Muy molesta. Muy triste. Muy enojada. Muy indefensa. Cierren la puerta del aula y la de esta sociedad inhumana, vacua, innoble, creadora de necios y mentirosos.

 

No quiero regresar hoy al aula, ni mañana, ni pasado mañana. No tengo a qué regresar. Llévenme al loquero. Déjenme ahí. No puedo regresar a aquel sitio que amé porque ya no existe. No sé más ser lo que fui, maestra.

Ángeles Rivas


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