sábado, 11 de enero de 2025

Nuestros días en Cabalango




Volvimos. Casi ni nos dimos cuenta. Parece que fue ayer que abordamos el avión que nos llevó a Córdoba en apenas una hora y 10 minutos, pero pasaron casi 10 días y ya estamos de regreso a nuestra Buenos Aires querida.

Dicen que Córdoba es linda, y no les han mentido. Cada ciudad encierra una historia. O muchas historias. Como Cabalango, una especie de pueblo fantasma ubicado a unos 20 minutos de Villa Carlos Paz. Y no digo lo de "pueblo fantasma" en forma despectiva, sino atendiendo a una estadística oficial que dice que según el censo de 2010, contaba con solo 336 habitantes registrados. Se estima que en los últimos 15 años esa cifra se duplicó, por lo que habría que suponer que ronda los 700 pobladores. Aun así, la joven comuna de Cabalango se las rebuscó para convertirse, en los últimos tiempos, en otra de las atracciones turísticas que ofrece la provincia mediterránea.



Vacaciones
La post pandemia no nos había regalado, como familia, la posibilidad de irnos de vacaciones. Varios factores fueron postergando esta breve aventura que se dio, al fin, ni bien comenzó el año. Con el pasar de las siguientes fotos iré contando pequeñas historias, con el fin único de entretenerlos un rato en medio del día laboral y, por qué no, de compartir esta vivencia con aquellos que se alegran cuando a uno le va bien.


Turbulencia, presión baja y una tripulación de lujo
La mañana del 3 de enero comenzó con el bocinazo de nuestro amigo Hernán, a las 6.30 de la mañana, para llevarnos a Aeroparque. Aunque todos tenemos experiencia en el aire, fue nuestro primer vuelo en familia. Las miras estaban puestas en Donato, que tuvo su primer viaje en avión. Al parecer, fue como viajar en colectivo o en tren, dado que no reflejaba ninguna emoción, ni mucho menos, temor de subir a un avión. Está claro que los jueguitos de Minecraft o vaya a saber qué, le habían ganado a cualquier curiosidad que le pudiera generar el hecho de estar en un pájaro gigante de acero que de repente, tomó velocidad... y altura. 


En medio de unas breves turbulencias, sucedió algo con Agus que quiero mencionar. La situación fue incómoda ya que le bajó la presión, pero, sin entrar en detalles sobre ese malestar que le duró unos minutos, quiero detenerme en destacar el trabajo de la tripulación de la empresa JetSmart. La rapidez, amabilidad, paciencia, empatía y todos los adjetivos que se les pueden ocurrir, convergen en las personas de Oriana Demarco y Luca Mesiano. La atención que le dispensaron a Agus es digna de resaltar, y en tiempos donde todo el mundo protesta por todo y en el que los libros de quejas son solicitados con frecuencia, no quisiera dejar pasar este relato sin destacar la gran tarea de estos chicos, y decirles a los popes de la empresa JetSmart que debieran darles una placa al mérito. Ori, Luca, jamás los olvidaremos.


Arribo a Córdoba
Nuestro anfitrión, Rubén Darío Vázquez, tuvo la amabilidad de ir a esperarnos al Aeropuerto, para agilizar el traslado a Cabalango. Las dos horas que debieron consumirnos el viaje en transporte público, se redujeron a apenas 40 minutos hasta llegar a las hermosas Cabañas Tunquelén. Se trata de una edificación nueva, con las comodidades necesarias para una familia tipo que desea descansar y disfrutar del silencio y el sonido del río y la cascada que está situada a escasos 300 metros del lugar.

Precisamente, el Río Los Chorrillos fue el primer lugar al que fuimos rápidamente los cuatro para hacer las primeras fotos en el pueblo que comenzábamos a descubrir. Subidas y bajadas empinadas nos hace sospechar que hemos vuelto de allí con dos kilos menos.


Noche de pizzas
El tercer día en Cabalango nos regaló un hermoso atardecer que pudimos documentar a través del lente de Agus, para dirigirnos al hogar de Rubén Darío y Alejandra, quienes nos recibieron con una linda variedad de pizzas. La tertulia nos hizo pasar, por supuesto, a viejos y hermosos recuerdos de cuando la música hizo que nos conociéramos con Rubén Darío. Muchos nombres surgieron en la charla y de todos extrajimos hermosas anécdotas que la fueron nutriendo.


Paseos
La idea era descansar, por lo que los paseos no estaban en nuestro orden de prioridades, así que hicimos solo dos salidas: una a Córdoba Capital y otra a Villa Carlos Paz. La primera nos depositó en el conocido shopping Patio Olmos y en un espectacular bodegón vintage llamado Vidón, donde comimos a un precio inimaginable hasta sentirnos bien satisfechos. 


La pasada por Villa Carlos Paz fue más extensa, iniciando por Wo, un nuevo paseo de compras a cielo abierto. También pasamos por el popular reloj cucú, una verdadera estafa. Uno debe esperar media hora para que el pájaro haga una salida donde dice una sola vez "cucú" y se esconda velozmente. Los turistas que estaban allí rodeando el reloj no sabían si reírse del chiste o de la desazón por no haber podido filmar la salida del pajarraco.


Pero lo más lindo de la salida a la populosa ciudad poblada de teatros, fue el encuentro con nuestros amigos José y Candelaria Goncebat. Los descubrimos por casualidad, al ver en sus redes que andaban por Córdoba. Bastó solo un par de mensajes para coordinar el encuentro y pasar una tarde genial hasta que tuvimos que tomarnos el micro de regreso a Cabalango. Durante la espera, el cielo se pobló de nubes y cayeron un par de granizos pequeños. Raro, porque aun no estaba lloviendo. El viaje fue bajo la lluvia, y al llegar al pueblo, veíamos a la gente salir raudamente del río. "¿Qué habrá pasado?", pensamos. Lo que nos contaron al llegar fue que minutos antes se había largado una terrible granizada, con piedras del tamaño de una pelota de golf. 


Un vecino peculiar
Llegaba nuestra última noche en la cabaña. El jueves lluvioso invitaba a la lectura o a ver una peli. Pero más allá del clima, el que siempre se había presente al costado de la cabaña era un pequeño zorro, que cuando le chistábamos para fotografiarlo, se escapaba. Apenas algunas tomas pudimos hacerle, y en ninguna nos sonrió. 


Un último paseo por el puente y el acceso al pueblo fue lo que hicimos a la hora de comprar algunos recuerdos. En mi caso, un mate, por supuesto.


Regreso a casa e indiferencia felina
Un poco de espera en el aeropuerto de Córdoba fue amenizado por ricas combinaciones de comidas que pudimos probar en esa terminal. El viaje de regreso fue tan placentero como el de ida. Salida a tiempo y llegada a destino antes de tiempo. Amabilidad, sonrisas, buena atención y 58 minutos de vuelo fue lo que tuvimos hasta Buenos Aires, que nos recibió con el ruido de bocinas.
 

La llegada a casa coincidió con la salida de nuestra vecina Nancy, quien religiosamente iba cada día a abrirle la puerta y alimentar a nuestra gata Liza, la verdadera dueña de casa. La felina, consciente de que la dejamos sola por 7 días, nos miraba con la indignación e indiferencia propia de quien está dispuesta a vengarse por dicha osadía. Y vaya si lo hizo: esa noche, como nunca, se encargó de molestarnos mientras dormíamos, maullando, paseando por la cama y pisándonos, en lugar de ponerse en un rincón como lo hace siempre y dormir a la par nuestro. En fin, cosas de bichos.



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