Nuestro país se ve feo, pero es hermoso. Se ve pobre, pero es rico, solo que lo han empobrecido. Se ve decadente, pero en realidad aquí convergen las culturas más variadas, sólo que han aflorado con fuerza las demostraciones "artísticas y culturales" (así, bien entre comillas) más bajas que puede haber, y las hemos adoptado como propias de manera elegante. La radiografía de la Argentina actual es la de un país en guerra. Y hoy, más que nunca, cuando se están librando las más cruentas guerras en otras latitudes, compararnos con esas naciones que viven a merced de ataques armados, nos hace ver como si aquí hubiera sucedido la tercera guerra mundial.
Todos queremos un país que funcione, un país decente, un país educado, un país trabajador, un país respetuoso del prójimo, un país sano. Pero para eso, se necesita de personas que conformen una sociedad con esas características. La Argentina, como tantos países, tiene a la democracia como forma de gobierno y elige a quienes llevan los destinos de la nación. Y está claro que elegimos mal, vez tras vez, elección tras elección. De otro modo, no estaríamos así.
Ahora bien, ¿por qué están las personas que están ocupando puestos en el gobierno reiteradamente, cuando es evidente que no son idóneas para los cargos que ocupan? ¿Por qué siempre protestamos cuando vemos que los políticos se nos ríen en la cara mientras nos roban impunemente? Por otro lado, ¿qué nos hace pensar que la culpa de todo la tienen esos políticos? ¿No será que también tenemos cierto grado de responsabilidad, siendo nosotros quienes los hemos elegido?
Como bien dijo un filósofo alguna vez: "Si un corrupto está en el poder, es porque quienes lo votaron se sienten bien representados". Entonces, ¿qué estamos eligiendo? Porque si nos robamos la lapicera de la oficina, no nos quejemos cuando un político se va en yate con nuestro dinero. Si evadimos, no nos quejemos de los chocolates de la vida. Si no somos fieles a nuestras convicciones, no nos asustemos de un ministro que juega a ser candidato, que cambia camiseta política según su conveniencia y que un día va a meter en la cárcel a quien al día siguiente es la principal artífice de su campaña. Si discriminamos y no medimos a todos con la misma vara, entonces no nos rasguemos las vestiduras por la foto de Olivos y el vacunatorio VIP. Cada imagen de la corrupción en el poder político nos remite, indefectiblemente, a algún episodio cotidiano en el que nosotros somos los protagonistas o, al menos, partícipes necesarios. Entonces, ¿será que no tenemos nada que ver? ¿O, efectivamente, estamos votando a los políticos que nos representan?
Dicho esto, sólo espero que el domingo podamos hacernos un examen introspectivo y rever nuestros valores, nuestras convicciones, nuestra fe. Que podamos dilucidar qué futuro queremos para nuestros hijos y cómo queremos vivir el tiempo que nos queda. Si queremos un país serio o si queremos seguir siendo el hazmereir de un mundo que aun no entiende cómo es que estamos en pie.
"Tenemos el mejor país del mundo", decimos para autoconvencernos. Entonces, hagamos que los gobiernos que tengamos también lo sean. Pero para eso, tenemos que convertirnos en una sociedad donde un político corrupto y oportunista, ni siquiera tenga chance de ser candidato porque se dará cuenta que no va a encajar en una sociedad honesta como la que soñamos.
